Gran pesar en la diócesis por la muerte de Rosendo Yáñez

Querido y respetado por todos, con el inquebrantable espíritu pastoral de  los primeros años, sonriente hasta el final, nuestro Rosendo Yáñez Pena falleció el pasado día 9 de abril en Ferrol, tras casi 60 años de vida sacerdotal, Rosendo había nacido en la parroquia de A Pedra (Cariño) el 27 de junio de 1935.

El funeral por su eterno descanso, en la ferrollana iglesia del Carmen,  fue presidido por el obispo de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, monseñor Luis Ángel de las Heras, acompañado en el altar por una treintena de compañeros sacerdotes. Sus restos mortales fueron traslados al cementerio de A Pedra. Sus amigos y antiguos feligreses del Carmen y Dolores le tributaron una emocionante despedida, con visibles muestras de gratitud y cariño.

Brillante carrera intelectual

Rosendo quedó huérfano de padre a muy corta edad. Toda su vida estuvo entrañablemente unido a su madre. En el Seminario de  Mondoñedo cursó la carrera eclesiástica, que culminó con los estudios de Teología y Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Salamanca. Igualmente, realizó estudios superiores en Roma.

Fue ordenado sacerdote  en Valladolid el 12 de3 julio de 1959.

Vida pastoral

Su primer destino fue de coadjutor en Guitiriz en agosto de 1960. Al año siguiente fue nombrado director espiritual y profesor del Seminario Menor de Mondoñedo, puesto que desempeñó durante ocho años. En 1969 se hizo cargo como titular de la recién creada parroquia  de Nuestra Señora de los Dolores, en Ferrol. Durante un tiempo compaginó esta tarea con la de delegado diocesano de las Obras Misioneras Pontificias. En julio de 1993 pasó a dirigir la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, también en Ferrol, donde permaneció durante 18 años. En la actualidad era juez del Tribunal Eclesiástico. Ya jubilado, prestó servicio como capellán de la Residencia ferrolana “Mi Casa”, de Mensajeros de la Paz, donde residía

Semblanza oficial de la diócesis

Sobre Don Rosendo dice la semblanza publicada en la web de la diócesis:

“Don Rosendo foi un pastor cercano, cariñoso, amigo dos nenos e dos xóvenes (cando era máis novo estivo moi comprometido co movemento Scout), compañeiro e amigo confidente, etc.

Sempre se identificou coa renovación da Igrexa surdida do Concilio Vaticano II. Moitos exseminaristas e sacerdotes recordamos cómo nos poñía  ó día de todo o que ía forxando aló polos años sesenta más aulas conciliares. Á vez que foi un home culto e inquedo. Nas súas conversas sempre se aprendía algo ou polo menos suscitaba o interese por aquilo que compartía cos demais”.

 

Funeral presidido por el Obispo

El funeral celebrado ayer, miércoles, enla iglesia del Carmen, constituyó una multitudinaria manifestación de gratitud y cariño hacia la figura de Don Rosendo. La ceremonia estuvo presidida por el obispo de la diócesis de  Mondoñedo-Ferrol, Mons. Luis Ángel de las Heras, a quien acompañaba en el presbiterio  una treintena de sacerdotes. Los restos mortales de Don Rosendo Yáñez Pena reposan ya en el cementerio parroquial de A Pedra, junto a los de sus padres.


Don  Rosendo Yáñez Pena,

excelente persona y  sacerdote  ejemplar

Por Ricardo Timiraos Castro

Los alumnos del Seminario de Mondoñedo, de  finales de los cincuenta, recordamos con especial cariño a este ejemplar sacerdote, que acaba de fallecer, porque nos acogió con esmerado tacto  nuestras confidencias religiosas en confesión.  Era el padre espiritual de un considerable número de alumnos.

Su figura de  hombre larguirucho y desgarbado, con cierta inclinación de al cabeza a la derecha, le confería un físico atípico que se reforzaba con su extremada pulcritud guardando en el sagrario de su corazón una exquisita sensibilidad. Excelentemente escogido para una labor tan delicada como era encauzar nuestros corazones. Hombre sumamente afable, sonriente, feliz y cariñoso, como reflejo de su  filosofía vital, nos deja un poso bondad, comprensión y excelentes cualidades dignas de imitación.

Muchos de aquellos alumnos suyos, hoy dispersos por los lugares más  insospechados, guardaremos un gratísimo recuerdo de un hombre, al que con un diminutivo gallego tan nuestro como “ iño “, Rosendiño, define con meridiana claridad nuestro alma mater de xuntanzas Ramón Barro Bello. Y es que D. Rosendo era entrañable, sencillo, humilde, culto…y con ese trato de confianza y cariño, del que era merecedor, se hacía querer.

Recuerdo que en la primera Xuntanza de ex seminaristas nos saludamos con gran alegría mutua y me reconvino, con una sonrisa y comprensión tan típica de él, sobre algún artículo que acababa de publicar. No recuerdo qué cosa, pero quizás tuviese que ver que yo me saliese del guion eclesiástico.  Lo cual tampoco deja de ser cierto.

Ahora, vísperas de la Semana Santa, cuando vea al san Juan del Encuentro, otra figura enjuta y desgarbada como D. Rosendo, y se abrace con María y Jesús, sé que veré en D. Rosendo la figura del discípulo amado. Y eso no lo puede decir cualquiera.  Descanse en paz.


Rosendiño de la señora Carmen

Por Ramón Barro Bello

Algunas luces guardo todavía de aquel Rosendiño de mi infancia en Ortigueira. ¿Rosendo Yáñez en Ortigueira?,  se preguntarán algunos de ustedes, los mismos que no ven motivo en la familiaridad con que Don Rosendo y yo nos tratábamos con harta frecuencia en el chat “Curas Xuntanza 13-O”, superviviente de la Xuntanza del 13 de octubre de 2017 en  Mondoñedo. En ese chat, le nombraba, para alegrar  la memoria, “Rosendiño de la señora Carmen” y él me replicaba, en la misma guasa, con “Monchiño de la señora Dorila”. Así que ya ven que la cosa viene de lejos.

En Ortigueira.-Rosendo nació en A Pedra (entonces, de Ortigueira) en 1935, dos meses después de mi hermana Tere. Su padre (alguien cree recordar en mi familia que se llamada también Rosendo) había vivido unos años en América, probablemente  en Cuba, y se casó con Carmen Pena a su regreso. Murió a los pocos años. La viuda y el hijo huérfano  se trasladaron entonces a Ortigueira, doña Carmen como ama de llaves del párroco Don Faustino García, bautizado atinadamente en el pueblo como el “Cura grande”. (Lo era en todos los sentidos, también en el intelectual, en su portentosa voz para “libera me” y su ascendiente en la villa).  Don Faustino, oriundo de Figueras de Asturias y licenciado en Teología, era amistad antigua de mi casa de Miñaño; primero, por vía de mi abuelo Antonio Bello, luego por mi padre.

Amistad familiar.-Mi abuelo era experto en injertos y en matanzas porcinas, lo que aprovechaba puntualmente el cura-arcipreste. La cercanía afectiva entre la casa rectoral y Miñaño era tal que, cuando mis hermanas iban a la Escuela de Párvulos, distante unos cien metros de la casa del cura, en los días de fuerte lluvia se quedaban a comer con la señora Carmen. Ya viuda, allá por los años 1947-48, visitaba yo con frecuencia el nuevo hogar de los Yáñez-Pena en la calle del Príncipe, (propiedad  de Antonia del Horno) donde la señora  Carmen me obsequiaba a la salida de la escuela con una rabanada de pan con miel. Me entero ahora de que la señora Carmen solía hacer el caldo, sobre la lareira,  en una pota de gran tamaño, a la que acudían vecinos del barrio del Ponto a llenar sus calderetas. Para ellos guardaba la abundante cocinera buenos pedazos de tocino de esos que levantan muertos.

Doña Carmen en el Seminario.-Luego están los años de Rosendo en el Seminario. Al poco, la señora Carmen estaba también en la gran casa de los seminaristas,  alegrándoles la vida con su buena mano para la cocina. En Ortigueira se cuenta que fue don Mariano Vega Mestre,  castrense antes que Obispo mindonienses, quien no venía con buenos ojos a una mujer  entre los pucheros de aquella casa. Mi siguiente recuerdo sitúa a la familia Yáñez Pena instalada definitivamente en Ferrol.

Tengo muy presente a doña Carmen en mi casa y, con mayor regularidad, a Rosendo, bien como seminarista, bien como flamante cura. No era extraño verlo llegar a  casa –el aviso era innecesario- y sentarse  a la mesa como uno más. Le encantaba el caldo de mi madre, algo perfectamente explicable.

Mi hermana mayor tiene una impresión muy clara de doña Carmen: “Tenía un carácter muy dulce y me sorprendía su esmerada educación, como de haber estudiado”.

En los últimos años, Rosendo y yo recuperamos los años sepia de Ortigueira. Supe de su cultivo intelectual esmerado, de su selecta  discoteca particular .Colaboró en la web “homenaxeseminariomondonedo” con relatos cuidadosamente informados sobre la vida en el Seminario. Era culto y viajado. Como además era humilde, tardé mucho tiempo en saber todo esto.

Con la ausencia de Rosendiño se cierre una bella página de mi vida. Pondré una señal en el libro para volver sobre ella y releerla.

Adiós, Rosendiño, amigo.

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