José Antonio Portela Lamela

Dicen que “la cabra tira al monte”…comprobado: nací en 1945, en una aldea, a los recién cumplidos once años me preguntaron mis padres si quería ir al Seminario; no lo pensé dos veces y allá me llevaron para Lorenzana en el 1956. Después a Mondoñedo hasta terminar primero de Teología en el curso 1966-67. Entonces me doy cuenta de que el sacerdocio no era mi camino y comienzo una nueva vida,…oposiciones, funcionario, matrimonio y cuando llega la jubilación de nuevo a otra aldea.

Este es el resumen de mi vida hasta hoy: vuelvo “al monte” del principio.

Si éste es el “índice”, el “libro” de mi vida es el siguiente:

Mis años de estancia en el Seminario fueron felices, de ellos tan sólo guardo buenos recuerdos, tanto de compañeros como de profesores, formadores, etc.

No sé si pedagógicamente el método era el mejor, pero pienso que para aquellos tiempos no estaba mal del todo. Que no era el peor lo corroboran los resultados.  Creo que valdría la pena un estudio comparativo para analizar con profundidad y detalladamente los niveles, tanto de conocimientos como, sobre todo, en lo concerniente a la formación integral de la persona, entre los alumnos que pasaron por el Seminario y los que lo hicieron por otros centros de formación.

Por todo lo anterior, siento un profundo agradecimiento hacia todos aquellos que, día a día, se empeñaban en ir modelando en nosotros una personalidad con unos principios sanos y rectos para la vida.

Allí teníamos ratos agradables y otros no tanto: unos días tocaba aquel arroz que gozaba de escasa o casi nula simpatía entre los sufridos comensales pero después también llegaba la carne (creo recordar que era los miércoles) a la que todos nos apuntaríamos a repetir. Las horas de estudio y clases eran duras pero, después de comer, llegaba aquel paseo hacia el Carmen que servía para despejarse y reponer fuerzas. Quién no recuerda también aquellas “ligas” de fútbol, balonvolea, partidos de baloncesto, etc., y aquellas fechas en que pudimos empezar a salir de paseo sin tener que llevar la sotana, y mil detalles más.

Recuerdo también con especial cariño cuando en primero de Teología íbamos a las parroquias a colaborar en la catequesis.

Después de decidir dejar el Seminario, fui para Lugo con el fin de preparar la Reválida de 6º. A la vez que impartía clase en alguna academia con el fin de aportar un grano de arena en la estancia fuera del hogar paterno.

Como no me atreví a matricularme en la Escuela de Ingeniería Especialista en Explotaciones Agropecuarias (terminaba de inaugurarse) por miedo al bajo nivel en ciencias que tenía, decidí iniciar la preparación para las oposiciones al entonces denominado Cuerpo General de Policía, en el que ingresé en 1968 como Subinspector.

Después de estar tres meses de formación en Madrid, pasé a prestar servicio en Oviedo durante un corto período de tiempo, hasta incorporarme a la Comisaría de Lugo en la que desarrollé mi labor profesional como Inspector Jefe hasta la jubilación en 2010. En Lugo, pasé prácticamente por todos los Servicios, recordando con especial cariño el de Delegado Provincial de Informática por haber llevado a cabo la implantación del Documento Nacional de Identidad Electrónico en las Comisarías de la Provincia allá por el principio de la década de 1990.

1970 fue un año trascendental en mi vida por haber contraído matrimonio con Pily, fruto del que hoy contamos felices con un hijo, una hija y una nieta.

Con la llegada de la jubilación pasamos a residir en una aldea del municipio de A Pastoriza (Lugo), lugar de nacimiento de Pily..