La música que yo he vivido

Por José Luis Caruncho Rodríguez (1)

A todos  cuantos a  estas notas históricas acercarse quisieren y  sus entresijos y entramado conocer pretendieren.                                                                                        

Un “enjundioso anecdotario”.-Disculpadme, amigos, si, para llevar a buen fin  mi proyecto, me atrevo a suplantar la labor de un nuevo diablo cojuelo; los acontecimientos, detalles significativos de la vida diaria, los sentimientos, aspiraciones;  en definitiva, el vivir de cada día empieza en una época tan lejana que, para llegar hasta hoy, obligan a un recorrido en el que se vaya desvelando, lo más riguroso y veraz posible, el velo que no borra, pero tampoco deja ver tan enjundioso anecdotario del semillero que acariciaba ocultamente  las tres virtudes cristianas, cuyo arropamiento, afianzamiento y universalización fueron tuteladas por esa visión, vivencia y contagio de la música: contexto musical, docencia musical, apoyo a lo musical, promoción de lo musical y, en definitiva, la expansión de la vivencia musical dentro e,  incluso, fuera del ambiente  y período propiamente formativo. Una advertencia: fácilmente se aprecia una peculiaridad de este diablo:  aunque somos «compinches», actúa sin mi compañía, pues también  yo soy objeto de su observación, seguimiento y  vigilancia

Lorenzana: cantar sin partitura.-La primera detención la provocaron las variadas melodías que envolvían el,  en  otro tiempo, monasterio benedictino de Lorenzana, transformado en semillero de las tres virtudes cristianas, favorecidas por la noble actividad del canto. Hurgando en su interior, descubrimos que, en realidad, no había enseñanza formal de música; había una hora que, aunque bajo la rúbrica de música, se cubría con actividades culturales diversas. entre ellas, la lectura de obras famosas literarias (recuerdo Las minas del Rey Salomón),  canciones religiosas, y canciones profanas, populares, que aprovechábamos para momentos festivos de la comunidad, no era una asignatura, aunque la formalidad de «clase» se conservaba, no había control alguno de su aprovechamiento, pero no impedía esto la seriedad y responsabilidad (recuerdo que don Darío  me expulsó de la clase porque, ante la «invitación» a que cantase yo solo, no me atreví a hacerlo ¿por vergüenza? En cualquier caso, todo preparaba un futuro más técnico que no tardaría en llegar. Así, superado el “pipiolado”, ya al final del “veteraniado”, en el ambiente se apreciaba cierta inquietud, cierto nerviosismo motivado por la esperanza del próximo peldaño que nos acercaba algo más a la aún nebulosa misión pastoral en Mondoñedo.

La música como asignatura.-Lo logramos. Llegó Mondoñedo. Nuevos aires musicales envolvían la nueva residencia También nosotros dimos el salto y allí montamos la tienda. Y observamos: superada cierta nostalgia inicial, dejado a un lado el variopinto mandilón, ensotanados, enroquetados y  embonetados, ya nos veíamos distintos,  nos sentíamos ya medio-curas. Parecía todo igual, similar horario, latín y lengua similares, los mismos compañeros, salvo las ausencias; pero nada más empezó a correr el curso, ya nos vimos envueltos en algo diferente. El panorama musical cambió y cambió a mejor, en el fondo y en la forma.

Un proyecto orientado al ministerio.-Había interés concreto en que calásemos en la esencia de la música a través de la misma «materialidad» del soporte de la música, había un objetivo claro a alcanzar. No éramos conscientes del significado del proyecto que los responsables de nuestra formación buscaban: la preparación para el futuro ejercicio ministerial y el más particular y a su servicio, lograr que con los conocimientos teóricos y prácticos de los componentes del arte musical, pudiésemos llegar a interpretar cualquier pieza musical, dentro de los límites de un nivel medio, o medio alto, para lo cual se había concebido el proyecto, nada fácil, pero de gran altura y profundidad.

Sentido musical del alumnado.-Acorde, hasta cierto punto, con los avances de la sociedad exterior, había que modernizar las actividades musicales, para lo cual era imprescindible, no ya la colaboración de todo el plantel de todos los responsables educativos, sino que era imprescindible  la tolerancia, permisividad razonable; se consiguió, no solo eso, se llegó a encontrar colaboración y complicidad plenas, sin reticencias destacables. Se pensaba en una docencia directa, con las clases; en otra indirecta, con la creación de un ambiente que favoreciese el sentido musical del alumnado;  un apoyo incondicional, aunque razonable, a las actividades prácticas relacionadas con esta materia; el favorecimiento de la promoción de  las capacidades que iban surgiendo durante el desarrollo del proyecto; y el disfrute de los resultados  de todos los esfuerzos empleados, tanto en el mismo centro como fuera de él.

Una asignatura y un profesor.-La puesta en práctica visible del proyecto comenzó con la inclusión de la música como asignatura evaluable, en la  horarum distributio de la ratio studiorum haciéndolo realidad con las clases presenciales.  A nuestro curso se le asignó como profesor a Antonio Domínguez (en mi primer año de Mondoñedo Antonio cursaba Primero de Teología), la voz aterciopelada, solista de la schola cantorum del seminario. Abrió la clase  con sencillez  y afabilidad (no paternalismo), invitándonos a aprovechar la oportunidad de estudiar solfeo para llegar a conocer e interpretar piezas musicales; nos centró en el Solfeo de los solfeos de Lemoine y comentó su estructura y cómo se iba a ir evolucionando en la proposición de sus prácticas.

Do, Re, Mi, Fa, Sol …-Comenzó explicándonos los signos musicales: el pentagrama, cinco líneas y cuatro espacios, donde  colgaríamos la mayoría del resto de signos, entre ellos la escala, sucesión de siete notas, separadas todas por un tono, excepto entre la tercera y la cuarta; se cerraba inicialmente con la clave, signo que nos indicaba dónde se iniciaba la escala en qué se debía interpretar la pieza (clave sol = segunda línea, clave fa = cuarta línea, etc.). Básicamente,  eran fundamentales los tipos de notas que dependían del tiempo con sus respectivos silencios (por la forma = redonda-botón hacia bajo, blanca-botón hacia arriba, negra-murciélago inclinado, etc. cada una de ellas  con el valor de la mitad de la anterior) y el espacio (lugar de aparición en el pentagrama según la clave, como dijimos anteriormente), etc.  Comenzamos el solfeo, íbamos descolgando del pentagrama las notas según su especio y tiempo y altura con la pegadiza «do-si-do-si-do-re-si ….,» que aun hoy recuerdan muchos compañeros.

Un libro de villancicos.-Llevábamos medio-dominado el acercamiento al solfeo cuando llegó diciembre con el hábito de adornarlo con los villancicos, tema oportuno para aplicar los conocimientos adquiridos, tomando como ¿texto?  el librillo específico, apaisado,  dedicado a villancicos, editado por el «Museo Catequístico Diocesano» de Logroño. Pasó la Navidad y se normalizaron los textos, aunque se aprovechaba cualquier nueva pieza musical que por su significación merecía que se  aplicasen estos conocimientos que iban progresando; con el «pequeña grey, avanza sin temor …..», que nos introducía en el mundo de las misiones o cualquiera de las canciones que preparábamos para el desarrollo de las actividades, en general litúrgicas, pero también profanas, como el librillo, paralelo al de villancicos de Logroño con canciones populares de toda Europa. A partir de mitad de curso, esta práctica se generalizó y cumplíamos con parte del objetivo general:  íbamos aplicando y asimilando los conocimientos adquiridos y asentándolos. Hacíamos que la música se hiciera vida.

El vendaval del Concilio.-En los años 60, el Concilio Vaticano II revoluciona toda la liturgia con la consiguiente repercusión en el ámbito musical. Surgen nuevas partituras de misas: la Misa Comunitaria de Goicoechea-Arrondo  (1960), la de Cristóbal Halfter, La misa de la juventud, la del Padre Prieto; paralelamente, para cada una de las partes de la misa se publica una composición, como las de Tomás de Aragüés, o de Miguel Manzano, que compiten con las anteriormente citadas, pero en fichas independientes  que servían para que en la clase de música pudiésemos descolgar adecuadamente del pentagrama las notas oportunas.

Música del alba.-Este aprendizaje se reforzaba diariamente con una enseñanza indirecta: creando un ambiente. No hizo falta que el rubicundo Apolo llamara a nuestras puertas oculares somnolientas, la melómana Euterpe, llevada de la mano de don Eugenio García Amor  revoloteando  por los claustros del seminario, sembraba  las más significativas producciones, o por lo menos las muy conocidas y asequibles, de  los grandes compositores mundiales; día a día dulcificaban nuestro despertar, nuestra labor de aseo y nuestra disposición para entregarnos a una rica oración mental. ¿Quién no recuerda, sobre todo, la Sinfonía Pastoral, la Novena o la Séptima (el canon-fuga sublime del andante), de Beethoven, o las Cuatro Estaciones,de Vivaldi, la  Patética de Chakovsky, con la alusión al Dies irae, dies illa, …. , o los Caprichos (español e italiano) de Rimski-Korsakosff?  ¿No disfrutábamos con el Largo de Haendel, el Canon de Pachelbel  o el Adagio de Albinoni, casi tanto como con una a una las Pasiones de Bach, incluso la de San Juan, cuyo pasaje de la muerte de Cristo suscitó la inspiración al grupo musical, Pop Tops, para componer La voz del hombre caído, cuya edición  coincidió  con  la víspera del asesinato de Martin Luther King) …? Pero también nos embobaba muchas veces la familia Trapp con sus villancicos, sobre todo el Gloria.

La nueva música sacra.-Queda dicho que  el Concilio Vaticano II revoluciona la liturgia; la repercusión que afecta a la música se concreta en diversas publicaciones de discos con nuevas melodías correspondientes a cada una de las partes de la misa como algunas de las mencionadas en el punto anterior: La misa de la juventud de Cristóbal Halfter y la misa del padre Prieto o la colección de cantos Pueblo de Reyes-Un solo Señor de Lucien Deiss (1964).   Todas estas composiciones competían, mañana a mañana, con  las producciones de los clásicos.

Oportunidades para todos.-Además, toda estas expectativas esperanzadoras adquieren una doble actitud: ¿pasiva?, permitiendo actividades musicales de cualquier alumno que mostrase capacidad musical o ¿activa?-colaborando con el alumnado en las actividades musicales. La primera actitud la comprobé al llegar a Mondoñedo: en una sesión festiva del seminario, Higinio Rodríguez nos deleitó con una excelente interpretación al piano de una jota navarro-aragonesa; en muchos rincones del Seminario se esconden todavía sonidos y acordes del virtuosismo de Cheda con la guitarra; nunca encontré oposición o restricción alguna para el aporreo (inicialmente) de los cuatro pianos que había y las caricias (después) del armonio de la capilla de filósofos.

Mi acceso al “gran armonio”.-Había reserva para acceso al «gran armonio», para el que era necesario pedir la llave a D. Eugenio; nunca, nunca me la negó; es más, un día que me «pescó» tocando  una pieza de Luis Iruarrízaga, que cantaba la schola, «Quédate buen, Jesús,  que anochece«, y se dio cuenta que la interpretaba sin esfuerzo, me citó en su despacho, donde me enseñó la partitura de la misa dedicada a la Virgen Blanca de León, de Luis de Arámbulu (creo que era así el nombre), y me preguntó si sería capaz de acompañar a  la Schola; le eché una ojeada, no me pareció difícil y le dije que sí; me dijo que la llevara y la practicase. Definitivamente quedé  «propietario de la llave» e «instituido»  organista del seminario para todo lo que en el centro tendría que  interpretar; cubría así la ausencia de Bello Lagüela (aunque incrementada mi labor pues  tendría que ir a acompañar los cantos del Menor en la Capilla Mayor) y dejaba de obligarle a don Jaime a que tuviese que venir «a cada paso» a los actos del seminario (quiero precisar la afirmación de D. Eugenio en la biografía de Javier Méndez de que «Nestes tres anos …. exercce como Profesor de Música e organista«; no exacto, el organista del seminario desde 1960 a 1967 fue un alumno formado y preparado, incluso musicalmente, por el Seminario de Mondoñedo; el seminario de MONDOÑEDO no necesitó el importar de otro sitio un organista.

Intérpretes de sus propias obras.-Yo mismo formé un remedo de schola que actuábamos en días señalados (aún conservo  el programa ofrecido a los compañeros con motivo de la celebración de la fiesta de la Palestra), en el hogar; no era infrecuente que si algún compañero componía algo, lo interpretase en el hogar con el favor de profesores y alumnos (creo recordar a un compañero de apellido Varela que nos interpretó en el hogar una ranchera compuesta por él); también  en la capilla de filósofos el día de Santa Catalina una «schola» improvisada aquellos días cantamos la antífona de la  Santa con una composición propia; en 1964, en la celebración de la entrega de premios deportivos, sonaba una composición mía, con letra de mi hermano Juan, Laurel de honor, himno de la «olimpiada», que fue grabada con la concurrencia de compañeros de la schola gracias al préstamo que nos hizo don Eugenio de su magnetófono de cintas con carretes enormes  para poder emitirla.

Grupo PTREUKAS.-Ya en 1967, se representó en el salón de actos un cuadro escénico musical, con letra de mi hermano, Juan  José Caruncho, Por los caminos de Dios. Sería interminable reflejar toda la colaboración institucional en lo referente a la música (como en múltiples materias). Por los años 1963-64, se constató la apertura del seminario de Mondoñedo a una nueva sociedad, se creó un grupos formado por mi hermano Juanjo, Paco Conde, López Piñeiro y Leal Carreira , denominado PREUKAS,  que con letra y música del propio  Juan actuaban en el hogar y en el salón de actos con naturalidad.

Música-color-sonido con don Eugenio.–Con respecto a la segunda actitud, la colaboración, son inolvidables las veladas de música-color y sonido, conjunción en un cuadro escénico de  música-diapositivas-colorido-luz y poesís (solía ser en la festividad de Santa Cecilia, curiosamente, al salir de una de estas veladas, don Manuel Roca nos comunicó que habían asesinado a Kennedy, el 22 de noviembre de 1963); D. Eugenio lograba la magia del conjunto: que la música transportase el resto de los sentidos para que  penetrase en nuestras «entretelas»; nos encandilaba .

Cendán, don Eugenio y la zarzuela.-¿Cómo voy a olvidar aquellas sesiones que Cendán y yo vivíamos en el despacho de don Eugenio todos los días al mediodía  escuchando piezas musicales, básicamente clásicas,  incluso las zarzuelas Doña Francisquita o La tabernera del puerto, etc. o a Caterina Valente o el Dominique, nique, nique de Sor Sonrisa, cuya letra francesa casi habíamos descifrado? Aún tengo en la memoria la petición que me hizo don  José Mª Fernández, prefecto del Menor, de que ensayase a un  grupo de alumnos del Menor una «mini-zarzuela»: tendría que ensayar las partes cantadas y preparar el acompañamiento al piano. Así lo hicimos, y no salió nada mal.

Rosendo Yáñez y sus partituras “ferrolanas”.-Una prueba más de este avance social lo confiesa el propio don Rosendo: (copio y pego) como iba todolos meses a Ferrol, traía as últimas novedades. Así  entraron no Seminario Menor os “Beatles” e os primeiros “singles” de  Juan Manuel Serrat (La matinada), Massiel(Rosas en el mar), Victor Manuel (El abuelo Víctor), Mari Trini, Los Pekenikes, Atahualpa Yupanqui, etc…. Ya queda mencionada la actitud colaboradora de don Eugenio, con su apoyo a la grabación del Himno a la Olimpiada, pero permanece en el olvido la labor oscura, no vista, de la selección de cantos y la preparación con ayuda de la entonces «fotocopiadora-sui generis» el servicio de «imprenta» que nos permitía acceder fácilmente a las publicaciones musicales.

La Schola y su amplio repertorio.-Un enorme y fructífero refuerzo del aprendizaje musical era la Schola donde se aplicaban los conocimientos musicales; de hecho, a cualquier pieza que se ensayase había que aplicarle esos conocimientos  y ¡no debían haber sido mal aplicados, pues sonaba, francamente, «de maravilla», a gusto de Euterpe! La Schola se encargaba de interpretar no solo piezas litúrgicas (que era lo propiamente suyo) en las celebraciones de los más señalados eventos, sino que tenía un repertorio muy amplio, significativo y de una interpretación exquisita. Se lució en el recibimiento del nuevo obispo don Jacinto Argaya con el Agur jaunak (don Jacinto era vasco); brillaba con el San Campio o el «Ku, Ku» de Currás; con el Filioli mei, ecce ego vobiscum sum, o con la Vergine degli angeli, coral final del segundo acto de la Forza del Destino,  de Verdi. También se lucía con la misa de Perosi, ya de limitado uso una vez concluido el  Concilio Vaticano, pero alcanzó una altura soberbia con la misa dedicada a la Virgen Blanca de León, ya mencionada. Era notable el fervor que contagiaba en la comunidad el coral Señora, adiós  con que clausurábamos todos los años las celebraciones del mes de mayo, mes de María.

Formación del Padre Fanego.-El plan de la docencia se ha cumplido: la directa, la indirecta, el ambiente de realización y las ayudas recibidas. Mondoñedo no es egoísta, lo logrado no es para quedarse estancado, tiene que proyectarse. Se va a hacer, mejor dicho se venía haciendo con la promoción de los más destacados. Por la lectura de unos apuntes biográficos de Manuel Pérez Fanego (el Padre Fanego) puedo afirmar que gozó de diversos modos de promoción; el Maestro de Capilla de la Catedral de Mondoñedo lo introdujo en el solfeo y piano; fallecido este, se encargó su formación musical, sobre todo en armonía y composición, al Padre Manzanares, benedictino de Lorenzana, luego lo enviaron a Santander, donde conoció al Padre Otaño, máximo representante de la música “popular” religiosa, con el que profundizó, en los cursillos realizados, en el conocimiento y práctica de la dirección de coros. El mismo biógrafo concluye: «con estos cursillo, con los que en ellos aprendió y vivió, se puede considerar concluida la formación musical de Manuel Pérez Fanego»

Don Eugenio, alumno de Armonía y Composición.-Un ejemplo nos lo ofrece don Eugenio: Antes de hacerse cargo de la responsabilidad de la música de la catedral, del seminario y de la diócesis estuvo una temporada, no muy larga, en Ferrol recibiendo enseñanzas  de armonía, composición y dirección con el Director de la Banda de Música de  Infantería de Marina en Ferrol. Una forma típica de promoción era la práctica habitual de cubrir los puestos de profesor de los cursos inferiores con alumnos escogidos, sobre todo, de los que formaban parte de la «Scholilla».

Alumnos profesores.-De mis primeras vivencias en Mondoñedo recuerdo que se comentaba que a José María Rodríguez, por aquel entonces profesor de música, lo habían enviado a un curso para especializarse en música y canto  Gregoriano. Ya hablé de Antonio Domínguez para el curso 3º de Humanidades en el curso 1957-58; además, para el curso 1962-63 fue nombrado para 3º de Filosofía Javier Méndez Pérez. Recuerdo que fueron nombrados para 3º y 4º de Humanidades José Luis Caruncho y Ramón Otero Couso; para el resto de los cursos no tengo recuerdos e información, aunque sí recuerdo que en el curso 1965-66 me pidió don Eugenio que diese clase a 4º de Teología; logré convencerle de que me daba demasiado apuro; pero en 1966-67 me pidió con mucha firmeza que atendiese al curso 4º de teología y tuve que aceptarlo. En las xuntanzas de verano en que coincidimos, Rodríguez Pena me lo recordaba siempre.

Mi renuncia a Roma.-En el verano de 1963 fuimos enviados por el seminario Cendán y yo a Salamanca a un curso de armonía y composición dirigido por el  Padre Tomás de Manzárraga,  que culminó felizmente y con provecho. De una forma similar, en 1964, un día me llamó don Justo, el rector, a su despacho. Me comunicó que le había dicho el Sr. Obispo que tenía pensado que fuese a terminar mis estudios musicales a Roma. Sorprendido, yo le dije que agradecía la intención, pero que tenía mis razones por las que tenía que renunciar al ofrecimiento; después de reflexionar «en alto» concienzudamente sobre  ellas, me comprendió y terminó afirmándome que el Sr. Obispo también las entendería. Nunca me arrepentí.

Curas  emprendedores.-El fruto de esta formación también se combinó con actividades externas al seminario. Del  Padre Fanego no hace falta comentar nada, todo es de sobra conocido. Algunas más. Higinio Rodríguez, siendo aún seminarista, formó en su parroquia un coro de voces mixtas que en veladas culturales de la amenizaba la comunidad vecinal; disfrutaba enormemente. En la parroquia de Santa María de Caranza, en Ferrol, José Carlos Morena Barragán y yo, aun seminaristas, convertidos en ayudantes del cura de los obreros, formamos un coro que actuaba regularmente en la iglesia; estaba, inicialmente, formado por adolescentes y sus catequistas, hombres y mujeres, que con la ilusión que ponían y con su esfuerzo y dedicación lograban encandilar a los parroquianos a los que atendían también en otras labores asistenciales (fue el coro que actuó en mi ordenación sacerdotal). Me consta que Jesús Gómez García (vivariense) dirigía una coral en Vilalba; tengo idea de que, a su fallecimiento, continuó dirigiéndola  De la Torre (no estoy muy seguro de ello).

La callada figura de Cendán.-He de reivindicar la figura y función sacerdotal callada, «oscura», pero función pastoral, de Cendán; siendo coadjutor de la parroquia del Socorro, recogió los «restos del coro» que había formado yo y con la  colaboración de mi hermano Juan, también exmindoniense, formaban un tandem musical: Bernardo aportaba la letra y Juan, la música. Sus cantos cubrieron gran parte de la zona norte de Galicia, adonde Bernardo extendía su labor. Siento que esta pareja no haya tenido un mayor reconocimiento como actividad pastoral.

Juan Caruncho participó con el grupo musical que dirigía (independiente de Bernardo) en varias festividades y en competiciones como las de  la celebración de La canción misionera en Ferrol, habiendo obtenido varios 2º premios. A la celebración de la 1ª Misa de Rodríguez Pena asistimos una parte de la schola; después de la comida interpretamos a tres voces unas piezas populares que habíamos preparado, entre ellas, Eres alta y delgada … con armonización mía; Pena lo agradeció. Lo pasamos muy bien todos los comensales. sobre todo Antonio. ¿Qué decir de don Eugenio? A pesar de estar sobrecargado con todos sus servicios a todos los grupos sociales, funda el Orfeón de la Sociedad de Obreros de Mondoñedo. Trabajo y éxitos fueron  el fruto reconocido,  a lo que contribuyó nuestro mindoniense José Ramón Montenegro Espina. Gracias a todos.

APÉNDICE                                                                                                                                          Apuntes bibliográficos

  1. MANUEL PÉREZ FANEGO. Nació en la parroquia de Neda, cerca de Ferrol el 2/09/1911. A los 12 años ingresó en el seminario de Mondoñedo. Se distingue por alternar su afición musical con las formación propiamente eclesiástica. Desde el principio tuvo recibió clases de armonía y piano con el Maestro de Capilla de Mondoñedo, ampliada con la de armonía y composición con el Padre Manzanares en Lorenzana y participa en unos cursillos en Santander sobre dirección de coros, donde encuentra una acogida excelente del Padre Otaño, músico religioso sobresaliente. Culminó así su formación musical. Fue ordenado sacerdote en 1936. Fue militarizado y destinado a Ferrol, a la parroquia del Socorro y conoció al director de la Banda Militar de Infantería de Mérida con el que profundizó en armonía y composición. Después de la creación de diversas corales, en Ferrol y Mondoñedo, ya en Ferrol,  obtuvo un rotundo éxito en el Congreso Eucarístico de la zona con la interpretación del himno eucarístico.

Fundador del coro de Bazán.-En la misma ciudad es reclamado por la dirección de la Empresa Bazán donde surge, por la labor del P, Fanego, un «orfeón» de 40 miembros de voces graves, que llegó a ser de 103, grupo que se incrementó con los pueri cantores, 30  niños pertenecientes al grupo de formación de los hijos de los obreros de Bazán. Con cuatro compañeros fundó la Casa de Ejercicios de Puentedeume, (1949-1965) donde se afianzó su liderazgo musical manifestado en actuaciones, que su biógrafo concentra en:  actos benéfico, conciertos-homenaje, conciertos festivos y conciertos de promoción cultural, se pone a disposición de su sobrino, Javier Méndez Pérez para grabar sus inspiradas composiciones: que figuran en la próxima nota biográfica. Os salmos pra nosa terra en 1971 y en 1974 A misa do pobo de Deus.

Medalla de Bellas Artes.-Empezó a tener problemas de salud que lo retuvieron en el Hospital general de Ferrol, a pesar de lo cual rompió su retiro para repetir sus actuaciones, aunque ocasionales, En 1985 se le concedió por la Real Academia Gallega de Bellas Artes la Medalla de Oro «Marcial Adalid», que se le entregó el 22 de noviembre de 1986, en un acto en el que don Manuel dirigió lo que quedaba de la Coral. El 17 de junio de 1988 falleció santamente en el Hospital General de Ferrol.

  1. JAVIER MÉNDEZ PÉREZ Nació en Neda, el 5 de abril de 1937. Trasladado a Ferrol, cursó los estudios primarios en el Colegio de Cristo Rey y los terminó en la Escuela de la Empresa Bazán. Pronto se aprecia su capacidad musical y entra a formar parte de los pueri cantores, grupo creado por su tío, D. Manuel Pérez Fanego, del que fue solista. Ingresó en el seminario de Mondoñedo, Lorenzana, en 1951, aunque ya  en el curso 1952-53 pasó a estudiar en Comillas. Allí se encontró con el P. Prieto, S.J., que ya era referente musical en España y que pronto se fijó en las cualidades de Javier, lo que favoreció su afición y promoción y su entrega al mundo musical.

Su aportación a Mondoñedo.-En el curso 1961-62 regresó a Mondoñedo con un bagaje musical teórico práctico, que completaría en ese verano con un cursillo sobre música sacra en Francia. En Mondoñedo se integróa totalmente en la actividad musical: colaboró afanosamente con su colaboración como asesor de don Eugenio,  fue designado profesor de 3º de Filosofía, actuaba como tenor-solista de la schola (tenía una voz asombrosa) y compuso el himno del Congreso Eucarístico de Tierra Llana. Recibió las Órdenes Sagradas en 1963 y, después de dos años repartiendo música por parroquias rurales, regresa destinado a la parroquia del Carmen de Ferrol  y se propone adaptar la liturgia a las tendencias surgidas en el Concilio Vaticano II. En 1968 es destinado a la Concatedral ferrolana, como Coadjutor; allí intensifica su pasión musical y aborda ya una interesantísima labor compositora; consiguió que con la Coral Polifónica Bazán se grabase una primera producción propia, Salmos pra nosa terra  y consecuentemente su publicación. También en esta época, grabó con la colaboración de la misma coral la Misa do pobo de Deus y el Himno del Racing Club de Ferrol.

Maestro de Capilla en Santiago.-En 1978  se marcha a Madrid  para perfeccionar sus conocimientos sobre composición y dirección musical; en este período colaboró con el Secretariado Nacional de Liturgia componiendo In Himnis et Canticis. Regresa a la diócesis en 1982. En marzo de 1983, después de una oposición, pasa a cubrir la plaza de Maestro de Capilla de la Catedral de Santiago, vacante desde hacía tiempo. Además de la labor de propia de la actualización renovación en la Catedral de Santiago el 5 de diciembre de 1983 partió hacia el Padre, dejándonos su alma cristiana en su música.

BIBLIOGRAFÍA

El primero: Resumen de D. Manuel Pérez Fanego, sacerdote y músico. Juan José Rodríguez de los Ríos y José López Calo, S.J.).

El segundo: Resumen de Xavier Méndez Pérez, músico da nosa terra.  Estudios Mindonienses, nº 20. 2010. Uxío García Amor

(1) José Luis Caruncho (Ferrol, 1942) fue organista del Seminario en los años 60 y, ya sacerdote, organizó diversos coros parroquiales.