Fue como del rayo, su ojo absorto ante el torno y ante los cacharros expuestos al sol, para el secado, al paso por Os Muiños, en el camino del Carmen, a tiro de ballesta del Seminario. Era una de las rutas que recorrían los seminaristas en sus canónicos paseos vespertinos de los jueves y domingos. Benigno Rey Sarmiento recuerda hoy, en Pontevedra, aquella pulsión iniciática cuando contemplaba, adolescente, las cerámicas recién torneadas. El paisaje de Los Molinos, coloreado de talleres de forja, cerámica, carpintería, sería muchos años más tarde invadido por el torrente turístico. Hoy permanecen en Os Muiños de Abaixo, auspiciados por el Ayuntamiento, un artesano que ofrece figuritas cerámicas y un escultor del hierro, como recuerda Santina, la mujer de nuestro querido Montenegro Espina. “En los años 50 había seis o siete artesanos aquí mismo”. Santina nació en Os Muiños y era hija de ceramista.
Benigno pasó del Seminario a titularse maestro nacional y a ejercer como tal en Asturias hasta que, al ganar una plaza de profesor de Educación Física en Pontevedra, la memoria de ceramista que le habitaba despertó del sueño mindoniense. En esta ciudad, antes de que se creara la Facultad de Bellas Artes (1990) y el Taller de Restauración (1991) de la Xunta, Benigno dio con un artesano de mucho fuste, un tal Gorín, uruguayo cargado de años y sabiduría que mantenía un taller acreditado. Benigno adoptó a Gorín como magister, se dejó admirar por tan inesperado talento y eligió la cerámica como vocación sobrevenida. Después de Gorín saltaron a la la fama Rey Sarmiento (ya por entonces, “Don Benigno” en toda Pontevedra) y su propio taller. Ganó crédito muy pronto, de modo que de la propia Facultad lo reclamaron para dictar lecciones de su oficio (tornero superior, diríamos) , en régimen de enseñanza libre y no reglada, a los alumnos que desearan acercarse a esta disciplina. Era pocos (diez, doce) pero entregados. Una vez que la llamada Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Galicia se instaló en el restaurado antiguo cuartel neoclásico de la calle del General Martitegui, en Pontevedra (1995), Benigno encontró allí adecuado cobijo y toda suerte de ayuda oficial. Aún hoy acude al taller a diario, unas dos horas por la mañana y otras dos por la tarde, ampliados según demanda de los propios alumnos.
Benigno es diestro con los instrumentos e inspirador de ideas estéticas, comenzando por las suyas propias: preservar en la arcilla la memoria de una vida que ya no es la nuestra, la de herramientas de antiguos oficios, o útiles para uso doméstico o de las tareas rurales. Así van saliendo de sus manos objetos como “medidas” del vino, alcuzas para el aceite, etc. Una selección de este tipo de piezas –inspiradas en muchos casos en las que exhibe el Museo Provincial de Pontevedra- integran la exposición permanente del taller de Benigno. Piezas, como él mismo dice, que constituyen un muestrario vivo para alumnos de Antropología.
Julio Leal dijo de Benigno, al verle trotar por Mondoñedo, y sin sospechar el elogio, que era “muy rústico”. La rusticidad como universo de cultura está recrecida en las manos de Benigno, esas inspiradas manos empeñadas en cincelar el pasado.- R. B.
Biografía de Benigno Rey Sarmiento
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