Dino Pacio Lindín: Paladín de la renovación del Seminario en los años 60

Digno Pacio Lindín, profesor de filósofos entre 1960 y 1965, residente en Nueva York desde hace medio siglo, es un nombre de larga estela en la historia reciente del Seminario de Mondoñedo. Como sociólogo, pedagogo  y políglota, impulsó la renovación intelectual de aquellas aulas en los primeros  años 60 del pasado siglo. Uno de sus alumnos, el profesor Ramón Díaz Guerrero, evoca su figura con admiración y cercanía, desde su residencia en Fuengirola (Málaga). 

 

Por Ramón Díaz Guerrero

 Os doy una buena nueva. Tras un tiempo de quebrantada salud, Digno (o Dino, como gustaba decir él) se encuentra muy mejorado en su casa de Nueva York, a sus 86 años, acompañado de su esposa, una colombiana de selecto nombre: Cielo.

“Abrió nuestras mentes”.-Don  Dino fue mi profesor los cursos 63-64, 64-65, 65-66. Posiblemente,  el profesor que más me ha impactado en aquellas fechas y que probablemente habrá influido en mi vida posterior. Mi admiración  y deuda con él siguen muy presentes. Fomentó la caída de viejos modelos educativos e intelectuales y nos abrió nuestras mentes. Trajo consigo aires nuevos y europeos. En sus clases y sus charlas transmitía pasión por el saber, por el trabajo y por la responsabilidad. Nada estaba al margen de sus saberes tanto sagrados como profanos. Explicaba Sociología  y Ética con mucha pasión y entusiasmo,  con métodos y libros en castellano. Todavía conservo la Ética de Gregorio R. de Yurre.  En sociología elaboraba sus propios apuntes,  dándonos a conocer los autores más influyentes de la época.

Lecturas “temerarias”.-Como libro de lectura y trabajo se atrevió a darnos como lectura “El manifiesto comunista”,  travesura consciente en aquellos tiempos. Fomentó  mucho  lecturas ajenas a las asignaturas oficiales. Sobre todo,  la literatura francesa: F. Mauriac, Gide, Camus, Bernanos, P. Claudel y otros muchos. Consiguió para el “Hogar,” (lugar de actividades de los alumnos), parte de la colección  Austral. Recuerdo leer con entusiasmo el libro de Laín Entralgo sobre “La generación del 98”, y también a  Unamuno, Ortega,  entonces en el “índice” de prohibidos. Cuando salía una novedad literaria,  encargaba a alguien que la expusiera en actividades que hoy llamaríamos extra escolares. Recuerdo una de esas obras literarias de moda analizadas entonces,  “Las sandalias del pase ador.” En ese tiempo  llegó a nuestro conocimiento una obra literaria de mucha polémica en aquella España: “Buenos días,  tristeza” de F. Salgan. Esta terminaría en el “infiernillo” de la biblioteca general no apta para los alumnos. Allí,  en una ocasión,  encontré  “Las aventuras del joven Werther”,  que se nos decía que había causado tontos suicidios como letras tenía. Usamos muchos, por sus recomendaciones, el libro “Cristianismo y literatura”, de Charles Möller. Todo esto contribuyó a abrirnos a otras mentalidades y vislumbrar otros horizontes.

 Personas para un mundo nuevo.-Intentaba formar personas para el mundo que él intuía. Sugirió y consiguió la convalidación de los estudios del Seminario por los de la enseñanza civil.  Recaudó fondos para  aquellos estudiantes que no pudiesen costear las tasas académicas. Obtuvo los fondos necesarios para que nada quedase al margen de la convocatoria. Todos los que nos presentamos en el Instituto de Lugo superamos la prueba. Un éxito y un camino abierto.

Traslado a Salamanca.-Tuvo mucho que ver  -eso intuyo-  en el traslado de los cursos de Teología a Salamanca. Esos eran los rumores que nos llegaban. No conocemos las intrigas de palacio. El Curso 67-68 nos encontramos en Salamanca ilusionados. Al frente del colegio se puso al sacerdote Alfonso Gil Montalvo.  Realizó una excelente labor con nosotros . Abierto, tolerante, dialogante, muy comprensivo y respetuoso. Siempre con nosotros.  Acudíamos a las clases de la Facultad de Teología en la Universidad Pontificia.

 “Aggionamento” y conflicto.-Eran años posconciliares, años de cambio “aggiornamento”. Años de inquietud y de ganas de cambiar el mundo. Empezamos a ver el mundo desde otras perspectivas. Nuestra universidad entró en crisis. Enfrentamiento con los profesores que considerábamos tridentinos. En asamblea decidimos hacer huelga. Una huelga que prácticamente abarcó el primer trimestre. Dos frentes: por una parte,  los venerables profesores y, por otra,  los alumnos y profesores jóvenes recién llegados fundamentalmente de Alemania. Todo esto lo narra con fidelidad el fallecido cardenal Fernando Sebastián en sus Memorias.

Crisis de vocaciones.-Con estos presentes,  lo que podría ser una vocación sacerdotal se fue debilitando y la mayoría decidió orientar su vida por otros caminos que nos llevaron a otras forma de vida. Fueron pocos los que tomaron la decisión de hacerse sacerdotes. De mi curso solo tres compañeros. Los felicito. En Salamanca, unos más que otros, participaron en actividades culturales y religiosas. Misa los domingos en gallego. Ocasión para encontrarnos todos los que veníamos de Galicia. A esa misa se unían con frecuencia compañeros de otras diócesis y facultades. Dentro de las actividades culturales se hacían lecturas de obras teatrales de escritores gallegos. Conferencias. La que más recuerdo fue la de Alonso Montero,  entonces profesor de Literatura Española de instituto en Lugo. Fichado por su galleguismo.

Seminaristas en pisos.-En nuestra residencia aparecieron ciertas discrepancias y cinco alumnos se establecieron en un piso. Pero seguían asistiendo y perteneciendo a la residencia original: comida y actos religiosos y charlas. Ya el curso 70-71,  con nuevos compañeros,  ese mismo grupo  se estableció de manera independiente conservando las buenas relaciones con la institución (Teologado) y siendo mutuamente respetuosos. Ya licenciados en teología.  nos orientamos por otros estudios: filosofía, pedagogía, psicología, etc. Después trabajos, oposiciones, nuevos lugares. Yo terminé en el Sur. Costa del Sol un día histórico, el 20 de noviembre de 1975.

Estoy muy agradecido a todos nuestros superiores. Tengo una deuda con todos ellos.

 

Mi derrotero vital.-A partir del año 71 he ido perdiendo el contacto con la institución. La escasez de vocaciones y las condiciones sociopolíticas de entonces hicieron que se optara por facultades teológicas en las diversas regiones. Pasados unos años y enseñando en el instituto “Licinio De la Fuente” (nombre ilustre) de Coín (Málaga),  hice un viaje con los alumnos a Salamanca. El hotel en que nos hospedamos se encontraba en el solar donde nos habíamos instalados los estudiantes de Teología de Mondoñedo. Nostalgia y final de una era.

Ignoro cuándo y en qué circunstancias se cerró definitivamente esa residencia de los teólogos. Lo que intuyo es que con el traslado a Salamanca y los cambios sociales acabaron con una institución de cuatrocientos años.

 

Dino: un antes y un después.–La orientación de Dino, para mí, la más visible, tiene algo que ver en este destino. Dino marca un antes y un después. Dio ideas, vislumbraba el porvenir. Abrió caminos para el que los quiso recorrer. Colaboró a que traspasáramos las fronteras más allá de los Pirineos. Personalmente,  gracias a él pude pasar tres veranos en Paris. La época de la mini falda, de los blusones noir y de los beatniks  y de sus hijos,  los hippies. España,  todos recordamos cómo era.

 

Testigos de una época.-Nombro a compañeros que pueden corregir y aumentar estas relación de los hechos: Félix Villares Mouteira, Luis Ledo Álvarez, Alfonso Morado Paz, Manuel Rivas Garcia, Julio Leal, Moisés Lozano, Pedro Conde, Francisco Conde, Bernardo Villares Carballido, Antón Costa, Segundo López , hermano de Jenaro, hoy deán de la catedral de Santiago,  y otros.

Fuimos los primeros y no la causa. Con  nosotros empezó la caída. No sé si vencedores o víctimas.

 

 

 

 

 

 

 

 

(Ver biografía)