Luis de Trelles Noguerol

Luis de Trelles Nogueirol (1819-1891)
Luis de Trelles Nogueirol
(1819-1891)

Don Luis de Trelles nació el 20 de agosto de 1819 en el seno de una familia profundamente católica y de noble tradición. Fueron sus padres: D. Ramón María Vicente de Trelles y Cora, y Dña. María Josefa Noguerol y Leis. Fue el tercero de tres hermanos y convivieron en el hogar en armonía, bajo la amorosa protección del padre y el solícito cuidado de la madre. El padre, don Ramón, educado en el seminario de Mondoñedo, católico, pero de cultura liberal, había intervenido en la defensa de la villa contra los franceses, fue el primer alcalde constitucional, y ejercía la profesión de abogado. Falleció cuando Don Luis contaba 16 años. La madre, Dña. María Josefa, de noble familia de Lugo, destacó por su honda piedad cristiana y su gran amor a los hijos

En el Seminario

En este ambiente de hogar cristiano, Don Luis respiró los primeros años de su vida hasta que ingresa en el “Colegio Insigne de la Natividad de Nuestra Señora”, donde comienza a forjarse el carácter y la personalidad del niño, en un clima de austeridad y estricta disciplina, que más tarde se manifestará a lo largo de su vida. A los 11 años es enviado, junto con su hermano mayor al Seminario Conciliar de Santa Catalina de Mondoñedo, donde cursa estudios de Filosofía Escolástica, siempre con gran aprovechamiento. Fue un hijo amante y fiel, y un estudiante aplicado. Siguieron años en que el siervo de Dios prosiguió sus estudios, y más tarde el ejercicio de su profesión de abogado, Jurista, periodista y político, siempre según sus criterios cristianos y su amor a la Iglesia Católica. Contrajo matrimonio a los 43 años con Doña Adelaida Cuadrado Retana, nacida en Sevilla. A la sazón era viuda y tenía un hijo de su primer matrimonio.

Fundador de la Adoración Nocturna

Don Luis aceptó y trató al hijo de su esposa como suyo propio, lo educó desde los seis años y formó parte del hogar en santa armonía. Más tarde nacieron del matrimonio tres hijos, dos de los cuales, un niño y una niña, fallecieron prematuramente. Don Luis de Trelles amó profundamente a su esposa, y aunque no se conservan escritos que lo demuestren, sí tenemos expresiones que reflejan el concepto que tenía del matrimonio: “La santa alianza del matrimonio, prefigurada en la ley natural y en la ley escrita, vino a ser modelada en la ley de la gracia sobre la unión de Cristo con su Iglesia”. Tiene escritos que manifiestan la estima, la ternura, la profundidad y calidad del amor que profesó a las mujeres que estuvieron cerca de su vida que lo expresa en una serie de cartas tituladas: De la cooperación de las mujeres a la gloria de Dios en la Eucaristía. En 1877 fundó la Adoración Nocturna, que se extendería luego por varios países de habla hispana.

Admiración hacia la mujer

Don Luis, en sus escritos, muestra gran estima y admiración por las mujeres, con lo que se adelantó a las enseñanzas del Papa Juan Pablo II en la carta apostólica “Milieris dignitatis. A la hora de su muerte, el siervo de Dios no tuvo el consuelo de verse acompañado por su esposa y su hija tan queridas. Efectivamente, el Señor, que todo lo dispone según sus designios le llamó a su presencia en circunstancias de hallarse lejos de su casa, en Zamora, cumpliendo su gran tarea de animar y promocionar su obra del apostolado eucarístico. Una rápida enfermedad, que no permitió que su esposa y su hija pudieran llegar a tiempo para asistirle en el último momento. El 1 de julio de 1891 acudió a la llamada de su amado Señor: “Ven siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.

 

Papel de los laicos

El siervo de Dios, adelantándose a su tiempo vivió lo que más tarde recomendaría el Concilio Vaticano II: “A los laicos pertenece, por propia vocación, buscar el Reino de Dios, tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales[…], y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, en la que está entretejida su existencia, manifiesten a Cristo a los demás, brillando ante todo con el testimonio de su vida, en la fe, esperanza y caridad” (LG, 31).

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