Manuel Reija y Reija nace el 13.03.1.937 en Duancos-Castro de Rey (Lugo). Soy el penúltimo de 11 hermanos: 8 mujeres y 3 hombres que, juntamente con los padres y una tia, formábamos una familia de 14 miembros, la mayoría para comer y dar trabajos y pocos para contribuir al sustento de todos, tan sumamente necesitados en aquellos tiempos metidos de lleno en la “Guerra Civil Española” y, más tarde, en la “II Guerra Mundial” que, aunque no nos afectó directamente, siempre arrastra cosas muy negativas para una sociedad muy marcada por la precariedad en aquellos años de triste recuerdo. De la primera, como es obvio, no recuerdo nada, pero de la segunda, al final, con 6 y 7 años escuchabas comentarios desagradables, sobre todo al terminar la Misa de los Domingos donde los vecinos aprovechaban para comentar, en los Atrios, las noticias que se iban produciendo por los escasos medios de comunicación de la época. Gracias a ese esfuerzo y a esa lucha de trabajo continuo, no recuerdo que nos haya faltado pan para comer. Lo que me quedó muy grabado fue que, algunas veces, nuestra madre, después de servir a trece, ella se quedaba con poco o casi nada y, nuestro padre, rápidamente acudía a aumentar el plato de mamá. Estos detalles te marcan para siempre. Esto me enseñó a que debemos saber vivir, en muchas ocasiones, con austeridad, tan propia en aquellos tiempos de los Seminarios, Conventos y Monasterios.
Al paso de los años empezabas a darte cuenta de la realidad familiar de los trabajos, esfuerzos y quebraderos de cabeza que tenían que hacer nuestros padres y los hermanos mayores para poder salir adelante, y ya el corazoncito de los pequeños sufría con el corazón de los mayores.
Fuimos educados en un ambiente de cultura religiosa de la época que crea trascendencia para el resto de mi vida.
Esto hace que influya notablemente para que yo vaya al Seminario.
Con 11 años ingreso en 1.948 en el de Villanueva de Lorenzana, siendo Rector del mismo D. José María Puente Martínez, y abandono el de Mondoñedo en 1.956, estando al frente del Rectorado Don Enrique Cal Pardo, del que guardo grata memoria, a saber: Buen Profesor, Enriquecedor Formador y Magnífico Rector, pulcro en el decir y en el obrar e impecable en el vestir. ! Qué gustazo el verle siempre elegantísimo y con qué naturalidad lo hacía.! Lo recuerdo con mucho cariño por la gran dedicación que prestaba a la educación y a la formación de los seminaristas.
Que estábamos en deuda con el Seminario, creo que no ofrece duda alguna y los que estuvimos varios años, en mi caso fueron 8, había un vacío que no sabías como hacerle frente para demostrar que aquellos años de vida dedicados al estudio y a la formación, habían producido buenos y abundantes frutos.
Y que los que estáis al frente de la Comisión os hayáis dignado a dar ese paso al frente para llevarla a buen puerto, os honra notablemente y, de antemano, os felicito, a pesar de que sólo conozco personalmente al Presidente, Francisco Cal Pardo, con el que conviví algún curso hasta que se marchó a continuar los estudios a la Universidad de Comillas y lo recuerdo pequeño, vivaracho y muy inteligente.
Que los 6 miembros que formáis la Comisión, todos profesionales destacados del mundo de las Ciencias y de las Letras, convinierais en nombrar a Paco para presidirla, me parece que fue un gran acierto por aquello de que “ De buena casta le viene al galgo .
A Bieito Rubido Ramonde también le conozco por los medios de comunicación, tanto escritos como hablados, siempre ponderado en sus opiniones en las tertulias, respetuoso, en todo momento, con los adversarios y un Director impecable e imparcial de mi compañero de viaje: el A.B.C. Últimamente, me está gustando mucho un punto de vista que aparece en la segunda página, titulado “Astrolabio”, donde resume lo más noticiable de cada jornada, con muy buen acierto.
Catón el Viejo define al Orador, al Comunicador, al Periodista, diríamos hoy en día, con cuatro palabras latinas: “Vir bonus dicendi peritus.
De los cuatro restantes me basta con haber leído sus Curriculums en la página web del Homenaje para darme idea de lo bien que aprovecharon el tiempo en las aulas. Es un orgullo leer todo lo que habéis sido y lo que habéis hecho.
La impronta que deja el Seminario, en mi caso, no puedo por menos de manifestarla, ya que el ocultarla, sería falsear la verdad, pues aquélla abarca varios campos, a saber: el humanístico, el filosófico, el ético-moral y el religioso, que marcan definitivamente el sentido y la orientación de mi persona para el devenir de los años futuros, “ como un rescoldo que nunca se apagó”. Y esto sucede así porque de alguna manera se fue insuflando aire nuevo para mantenerlo activo a través de todos los días de todos los años, hasta el momento presente y no dejar lugar a que se cumpliera aquello que dice: Corruptio optimi pessima.Todos conocemos el texto.
El recuerdo de todos los Profesores sería prolijo, pero me voy a fijar en algunos, para comentar de pasada, algunas anécdotas o curiosidades que para muchos de nosotros son desconocidas por no haberlas vivido en propia carne. Éstas van encaminadas a poner de manifiesto que hubo luces y sombras, como sucede siempre en toda obra humana, pero hay que notar que, en todo momento, “las luces hicieron siempre sombra a las sombras.”
- Los cursos 49 y 50 tuvimos que llevar 6 ferrados de trigo para ayudar a la manutención, en aquellos años de la Cartilla de Racionamiento, de tan triste memoria, para que no hiciera mella en la salud de quienes, muchas veces, no nos dábamos cuenta de la importancia de la buena comida para obtener buenos resultados en los estudios, muy exigentes, como acreditan los brillantes expedientes académicos de tantos exseminaristas que pasaron por las aulas de nuestro Seminario de Mondoñedo. Esto suponía a las familias numerosas, como era mi caso, un gran sacrificio económico.
- Las famosas lentejas de la época. Siempre fui partidario de un buen plato de esta exquisita leguminosa, que por cierto, con mucha frecuencia, está presente en la mesa de cualquier hogar español, pero, sobre todo, en las dos Castillas.
En nuestro Seminario era frecuente la preparación de este delicioso plato y, para que llegara a nuestras mesas, eran sometidas a un proceso manual. Un 25%, por lo menos, eran piedras y había que separar éstas de las lentejas, mediante reclutación de voluntarios, aprovechando el tiempo de descanso y premiando a éstos con un plato más.
- Siendo Rector D. Francisco Fraga López que siempre tenía mucha preocupación por que los alumnos tuviéramos y disfrutáramos de buena salud, durante el período lectivo, toma la iniciativa, con todos los medios a su alcance y consigue que el Seminario durante el mes de Agosto de 1.950, pudiera disfrutar de la playa de Gandarío-Sada (La Coruña), utilizando las instalaciones del Campamento “Francisco Franco”, por aquel entonces se llamaba así, como era obvio. La ilusión de D. Francisco era y consistía en: Mucho baño y mucha gimnasia que daban como resultado disfrutar de buena salud el próximo curso. ! Qué acierto el de D. Francisco !
Años posteriores: 50,51,52,53 etc…, cambiamos el de Gandarío por el de la Devesa-Ribadeo (Lugo), con mejores instalaciones que aquél, pero con un inconveniente, el tiempo se portaba peor pues de todos es conocido y notorio que la Mariña Luguesa no tiene una climatología óptima para poder disfrutar todos los días de lo que nosotros ansiábamos con verdaderas ganas: el baño.
Pero D. Francisco tenía siempre una alternativa y era ésta: Propone rezar todos los días antes de salir para la playa las Letanías de Los Santos, impetrando de lo alto un día de sol. !Y funcionaba muy bien! !Vaya si funcionaba.!
Los seminaristas teníamos centrado el pensamiento en tres cosas básicamente: playa, comida y el fuego de Campamento. Éste consistía en chistes, anécdotas, cantos y la parte literaria que nunca faltaba, como colofón, dando preeminencia a todo lo relacionado con nuestra poetisa gallega Rosalía de Castro. Era muy divertido y muy entretenido.
La comida era muy esperada, por no decir ansiada, por el ejercicio realizado anteriormente. Era abundante y exquisitamente preparada por el cocinero Sr. Vázquez, que muy pronto lo recuperarían para el Seminario. Todo lo relacionado con la alimentación dependía del Administrador del Campamento, D. Juan Bazarra, admirado por todos, a pesar de que tenía un gran defecto físico, pero imponía respeto y admiración por su manera de ser y de actuar.
- Francisco se bañaba un tanto retirado de donde lo hacíamos los seminaristas. !Qué preciosidad verle nadar y cómo se defendía del fuerte oleaje, muchas veces peligroso, ocasionando, con mucha frecuencia, más de un susto.
Por aquellos años los habituales de la playa éramos solamente nosotros. A día de hoy, es visitada por turistas extranjeros y españoles, ansiosos de conocerla por el nombre con que se la bautizó y que tanto llama la atención: “ Playa de la Catedrales .”
- En aquellos inviernos tan fríos a causa de la mucha humedad y las nieblas tan habituales en el valle, tan conocido por su riqueza, estos fenómenos atmosféricos incidían notablemente en las vias respiratorias de los alumnos. En consecuencia, para atajar el problema recomienda que todas las noches antes de acostarnos se hicieran enjuagues con un “ colutorio a base de agua oxigenada rebajada con agua caliente. Medicina casera muy eficaz y todavía recomendada hoy en día por algunos médicos.
- Estoy pasándome de los límites, lo reconozco, pero quiero añadir alguna cosita más, abusando de vuestra paciencia, mencionando algunos detalles de algunos profesores que me resultaron simpáticos:
– D. Jesús Fernández Blanco. Con dos palabras se podría resumir la exigencia de este Pofesor en las asignaturas de las que era titular: Ad arenam. Me refiero al texto de Filosofía. Cuando la clase era de noche imponía el escuchar estas dos palabras en pleno invierno: soplaban los vientos, arreciaban las lluvias y el frío se te metía hasta los tuétanos y al alumno que defendía el tema, durante una hora y hablando en latín, se le paralizaba hasta la respiración, incluso dominando muy bien la materia.
- D. José María Bermúdez. Para este Profesor la mayor ofensa que le podía hacer un seminarista era ofrecerle el texto y ponérselo encima de la mesa porque lo consideraba como sinónimo de de no estar preparado.
- D. Justo Trashorras Pacio nos daba las asignaturas de Historia Universal y de España pero su referencia era en la conversación ordinaria esta expresión: En realidad de verdad.
- D. Francisco Fanego Losada era el Prefesor de latín por antonomasia. Dominaba la Lengua como pocos. Era un gran admirador de Cicerón y continuamente estaba repitiendo aquella frase que había pronunciado hacia su adversario político, Catilina: Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Veía poco y nos aprovechábamos. Era curioso verlo con su reloj de bolsillo que nunca traía, precisamente, en el bolsillo, sino colgado y haciendo balanceo entre las dos rodillas, como medida de seguridad.
- A D. José Cascudo le recuerdo de manera especial por su manera de ser. Quizás resulte desconocido para la mayoría porque quería permanecer, en todo momento, en el anonimato, pero tenía cosas simpatiquísimas este Profesor. Nos daba varias asignaturas, éstas eran: Física y Química, Geometría, Anatomía, Fisiología e Higiene y Agricultura. Exceptuando las dos primeras, las restantes eran de su propia cosecha. Con un contenido muy aprovechado y bien expuesto. Los años que le tuve como Profesor jamás le vi sentarse en su sillón. Siempre de pie. Se decía que se confeccionaba su ropa talar y también sus zuecos porque nunca le vimos zapatos en sus pies. Eran elegantes y con mucho brillo, tanto que llamaban poderosamente la atención. Este Vir Bonus tenía virtudes como: sonrisa siempre en sus labios, paciencia, muy tranquilo y una Fina Ironía para decir algunas cosas, con el ánimo de no herir a nadie. Me marcó entonces y con frecuencia le recuerdo.
QUIERO Y APRECIO AL SEMINARIO POR:
-Me enseñó a estudiar para la vida como dice la Gramática-Latina de Goñi en sus primeras páginas: Non scholae, sed vitae dísmus.
- Me enseñó lo importante que es el estudio, el trabajo y el esfuerzo.
- Me enseñó a apreciar la cultura greco-latina.
- Me animó a respetar el SILENCIO del que Pitágoras afirma: Es la primera piedra del edificio de la sabiduría.
- Me enseñó que la convivencia, la amistad y el compañerismo son muy importantes para vivir en sociedad.
- Me dijo: Sé prudente, justo, fuerte y templado.
- Me recomendó: Sé fuerte en la Fe, seguro en la Esperanza y, de manera especial, constante en el Amor porque sin él nada somos.
- Termino con dos frases: La primera es de Cicerón: “ Es dulce el recuerdo de las fatigas pasadas.” La segunda es de Catón: “ Las raíces del estudio son amargas, pero los frutos son dulces.” Esto lo dice un exseminarista agradecido.
Dejar una contestacion