Anecdotario

Los olvidados

Haciendo memoria sobre el conjunto de personajes con los que nos cruzamos o convivimos durante nuestra estancia en el Seminario, siempre reaparecen, por razones diversas, una galería de retratos civiles y religiosos, numerosa y abnegada, a los que debemos desde hace mucho tiempo, bienestar, gratitud y reconocimiento. Esta breve mención así como su título, pretenden desempolvar en nuestra memoria colectiva los olvidados de turno. Que esta no exhaustiva lista sirva para ello. Y a cada cual de evocar, a titulo individual, los recuerdos que conlleva.

Las monjas.-Comienzo por la comunidad de monjas que desde la llegada del Obispo Don Jacinto Argaya, asumió la carga principal de alimentar a todos los residentes del Seminario, superiores incluidos, hasta un pasado reciente. Que su ingente trabajo, vocacional, discreto y abnegado, no tuviese siempre el reconocimiento que merece, es posible que dependa de su estilo de vida vocacional que limitaba drásticamente el contacto humano cotidiano.

El médico.-En estos tiempos de zozobra relativos a nuestra salud, me complace evocar el dispositivo medico oficial del que dispusimos durante tantos anos, y que estaba compuesto esencialmente de un practicante y de un medico. Detrás de su poblado mostacho la figura de Don Hermes, competente y bien humorado, deja el recuerdo de su bonhomía y de su buen hacer.

El campamento de La Devesa.-Uno de los recuerdos más entrañables de esta evocación, tiene que ver paradójicamente, con el desplazamiento y la estancia fuera de los muros tutelares del Seminario. Me refiero naturalmente, a nuestra estancia veraniega anual en el campamento de La Devesa (Ribadeo). Y aquí los momentos inolvidables se multiplican:  el acceso cotidiano para nosotros solos, de la playa de La Catedrales; la puesta a punto a media tarde, del repertorio folklórico de canciones bajo la batuta de Don Eugenio; la instrucción física capitaneada por el inolvidable “cabo Ron”; las noches de fogata amenizadas por el repertorio interminable de chascarrillos de Don Eliseo Ruiz de Cortázar, alias Cuco….

Casiano.-En fin, pienso que es justicia evocar aquí un personaje que todos hemos cruzado alguna vez en un rincón de nuestros muros mindonienses, aseando afanosamente nuestros lavabos: me refiero a Casiano. El prototipo de trabajador humilde entre los humildes, bajando todos los días del Asilo al Seminario, cumpliendo sin rechistar su ingrata tarea y que volvía por la tarde, Remedios arriba, a su lugar de acogida. Casiano simboliza, mejor que cualquier otro civil, las labores oscuras que se hicieron en aras de nuestro bienestar y merece, por ello, una plaza de honor en el altar de nuestra gratitud.

 

Joaquín Suárez Prado