Esta tarde (23 de enero) recibieron sepultura en el cementerio de su parroquia natal de Santa Olalla de Román (Vilalba), los restos mortales del sacerdote Ramiro Pérez Fernández, tras un funeral presidido por el obispo de la diócesis, monseñor García Cadiñanos. Ramón Otero Couso, condiscípulo de don Ramiro, lo recuerda en esta emotiva y honda semblanza.
Por Ramón Otero Couso (*)
Cuando nos dan noticia del fallecimiento de los compañeros queridos, se agolpan en nuestro corazón recuerdos entrañables y esperanzas de vida creyente compartida. La muerte de Ramiro se me manifiesta con sentimientos encontrados: añoranza y recuerdo dolorido y gratitud por infinidad de dones de los que él ha sido mediador.
De aquellos 52 chavales que figuran en la lista de 1º curso del Seminario de Villanueva de Lorenzana (por cierto, Ramiro, había escapado de los moldes de la imprenta), él ocupaba, en su edad, una posición intermedia en un curso que permanentemente estuvo compuesto por compañeros super adultos (Díaz Salvatierra, desde el principio y, poco después, Ángel Álvarez García y Cándido Santomé) y otros mucho más jóvenes (Daniel Glez. Artiaga, Fernando Vivanco y muchos de la década del 44); entre los extremos, más de 16 años de diferencia y, sin embargo, lográbamos compañerismo y colaboración fraternal.
Concordia y amabilidad.-Desde aquel comienzo, ese joven de Román (Villaba) destaca por su servicialidad y sencillez; aunque villalbés de origen viene al Seminario desde la parroquia de Sistallo (Cospeito) ya que convivía con el párroco, D. Antonio Pérez Pardiño, y su tía. Los doce años de Seminario forjaron el carácter y la voluntad de Ramiro en los valores de concordia y amabilidad para este curso tan dispar en edades y procedencias (a él se fueron agregando compañeros procedentes de Lugo, Santiago, Burgos, Orense). Hombre devoto y de piedad sincera, vivió con alegría ilusionada las diversas etapas de su formación y los peldaños de los ministerios hasta llegar a la ordenación sacerdotal en Mondoñedo el 29 de junio de 1967. Los que recibimos el presbiterado en el mes de septiembre, lo tuvimos a nuestro lado compartiendo con nosotros el don recibido.
Ministerio de bonhomía.-Fue sembrando en el ejercicio del ministerio bonhomía y talante de pastor humilde en las diversas tareas que recibió gustoso: Abadín y unidas; después Cazás, Tardad y Belesar; más tarde San Sadurniño y, con la salud quebrantada, su propia parroquia de origen.
Deberemos destacar su dedicación a la catequesis, la cercanía a los fieles y la preocupación por las vocaciones sacerdotales. Su preocupación permanente era enviar niños al Seminario con indicios de la semilla vocacional. El amor al presbiterio diocesano no le impedía gozar cada año, en agosto, con la reunión de los antiguos compañeros de seminario a la que asiduamente asistía.
Que el Señor reciba al que fue su empleado fiel y cumplidor y que goce del premio prometido a los que son fieles.
- Ramón Otero Couso (Adelán, Alfoz, 1944), canónigo y sacerdote adjunto a la UPA de Ferrol-Ensanche, fue párroco de San Julián (Ferrol), delegado diocesano de Patrimonio y responsable de Anuario de Estudios Mindonienses.
De Ramiro no guardo nada más que recuerdos y detalles que concuerdan planamente con lo expresado por Ramón.
El primer contacto con el fue precisamente en Sistallo. En las vacaciones de verano solía acudir a las fiestas a casa de un compañero de curso de Feria del Monte (Esteban Díaz Cabaña que emigró, creo que a Colombia y le perdí la pista hace tiempo). Desde allí íbamos jugar al fútbol a junto de Ramiro,a una explanada que había delante de la rectoral donde vivía su tio.
Después, además de las coincidencias en las reuniones en Mondoñedo, cada vez que coincidíamos en algún funeral siempre charlábamos.
Siempre dejaba ver su bondad y una paz y alegría que irradiaba en todos sus actos.
Que el Señor le premie todo su trabajo como fiel servidor que fue en esta vida.