Exseminaristas “madrimindonienses” redescubren Toledo

Palacio Fuensalida; De izqda.. a dcha.: Ramón Barro, Dani G. Artiaga (detrás); Ángel Felpeto, Ricardo Timiraos (detrás); María Jesús Cruz, Paco Cal Pardo (detrás); Manolo Villares, Arsenio Ginzo, Pepe Puente Abelleira y José Ramón Franco Trashorras

Como la conversión de Saulo de Tarso o la de Francisco de Borja, así se transfiguró la imagen de la Imperial Toledo a los ojos del grupo de antiguos seminaristas de Mondoñedo residentes en Madrid (los “Madrimindonienses”, como nos hemos  autobautizado), llevados de la mano hospitalaria de un chairego de San Juan de Alba, ya toledano convicto,  nuestro amigo Ángel Felpeto, seminarista entre los años  1959 y 1967.

Felpeto fue concejal de Cultura (2007-2011) y consejero de la misma  rama en la anterior  legislatura. Hoy es un jubilado resguardado ya de la política, que  pasea la ciudad como un general romano victorioso  de cien batallas. (Algún compañero latinista le recitó al oído: “Carpe diem… memento mori”, y también: «Hominem te esse memento»). Emociona seguirle y oír los saludos a su paso.

Espíritu de nuestra «Xuntanza».-El jueves 25 de octubre, la Xuntanza de  madrimindonienses, como todas las nuestras, no hacen sino echar  leña al fuego de nuestra antigua fraternidad,   fecundada de latines y  pan de mollete de Mondoñedo. Pero esta vez sirvió para conocer el impagable reverso del Toledo turístico. Ángel había preparado un programa con un primor de ontomólogo, y no había arquitectura  ni suceso secular ni rasgo histórico que nuestro guía no pusiera en contexto durante el recorrido.

Ayuntamiento.-Desde Zocodover, donde nacen todos los rueiros de Toledo, bajamos hasta la Casa Consistorial, edificio básicamente herreriano que mandó construir  el regidor Gómez Manrique, sobrino, creo haber oído, de Jorge Manrique, el de las famosas Coplas. Como primer privilegio, Ángel nos condujo por las principales estancias, incluida la sala de reuniones de la Corporación, una de cuyos asiento ocupó Ángel luciendo el cargo.

Archivo y Taller del Moro.-Con solo doblar la esquina,  entramos en el Archivo Municipal, una casa de 1999 que desafía en desafía  la  arquitectura circundante. Allí se custodian documentos desde  que Alfonso VI conquistara la ciudad en 1085. Un director hipermotivado se disponía a relatarlos, una a una, las joyas de ese imponente  tesoro documental (sellos regios incluidos), cuando Ángel miró el reloj y nos puso en marcha hacia el Taller del Moro (palacio mudéjar del XIV) , museo de arte y artesanía, poco menos que desconocido para el visitante. Cuenta con una sala también mudéjar  –hoy reservada a determinados actos culturales- que valdría por si sola una visita a la ciudad. Cultos y oportunas las acotaciones de María Jesús, viuda de nuestro compañero Antonio Rodríguez Pena. No en balde fue archivera de la Diputación Provincial de Toledo durante muchos años.

Fuensalida.-Obligada  la visita al Palacio de Fuensalida, donde Ángel abre y cierra puertas como en su propia casa. La actual sede del Gobierno de Castilla-La Mancha mantiene en perfecta restauración el palacio, exponente del arte  mudéjar toledano del siglo XV. Sobriedad, arte bien distribuido y, tal vez, alguna gota de nostalgia para el exconsejero Felpeto. Posamos en la sala de reuniones de la Junta de Castilla-La Mancha. Ojo con esa sala. Allí se veló en 1539 el cuerpo de Isabel de Portugal, esposa de Carlos V y reina gobernadora intermitente del Sacro Imperio Romano Germánico. Fue en el traslado de sus restos  de Toledo a la Capilla Real de Granada cuando, al observar el cuerpo ya lastimado de la emperatriz, el capitán Borja decidió servir en adelante “a alguien que no puede morir”, como todos recordamos.

Casi en Galicia.-Rendidos en desigual batalla, acudimos a reponer fuerzas , ¿a dónde creen ustedes? Nada menos que al “Maruxiña Lounge”, donde el nombre de Maruxina pone la música y el apellido Lounge,  una carta-menú rompedora y ecuménica, gallega también por lo copiosa:  Ángel quiso  anticiparnos el Sanmartiño.

Museo de Santa Cruz.-Costó trabajo subir de nuevo a Zocodover y llegar al Palacio  Museo de Santa Cruz, pero  valió la pena. El antiguo convento, pieza canónica en toda visita a Toledo, (bastarían sus sucesivas bóvedas de crucería para justificar el viaje) es apreciado por su valiosa oferta entre la que destaca una incomparable colección de grecos, que concentra la atención.

Colección Roberto Polo.-La gran novedad de Toledo está en otra de las alas  del Museo de Santa Cruz,  dedicada desde el pasado mes de marzo a una muestra  verdaderamente sorprendente. Se trata de la Colección Roberto Polo, subtitulada como Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha. Estamos ante una  colección de 300 piezas de unos 160 autores, reunida por un  poliédrico personaje, a la vez artista, coleccionista, marchante, hombre de negocios y trotamundos de éxito. Roberto Polo nació  en La Habana en 1951,  de padres español e italiana. La obra expuesta recorre buena parte del arte centroeuropeo que va del expresionismo a las vanguardias, con nombres tan aureolados como Kandinsky, Max Ernst o Karl Schmidt-Rottluff. La obra estará en depósito por un período de 20 años. De los fondos de la Fundación Roberto Polo se nutrirá también la colección que recibirá en breve la ciudad de Cuenca.

Se nos había prevenido que en Santa Cruz rivalizan continente y contenido. En realidad, ¿qué otra cosa es Toledo sino un museo continuado, sin techo y sin frontera?

Gracias, Ángel, por regalarnos un Toledo  inédito, después de haberlo transitado tantas veces.-Ramón Barro

Fotos:

Arriba: Sala de reuniones de  la Junta de C-LM

Abajo: Arhivo Municipal toledano

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