Vilalba: reencuentro emotivo y prometedor

Como en el caso de Ortigueira, los ex seminaristas vilalbeses decidieron este año incorporarse a la ya tradicional agenda de xuntanzas de antiguos compañeros. No estaban todos –una larga veintena- sino un grupito animoso, promesa y levadura de próximos encuentros.

IMG-20150817-WA0004El almuerzo se celebró en el conocido restaurante Nova Ruta, en Noche. Después de una diáspora de varias décadas, los temas de conversación no podían ser ajenos a la peripecia personal del Seminario: que si el Latín (“Jesús, Jesús, qué latín/qué lengua más endiablada/ por más que estudio y estudio no aprendo ni una palabra”, decía un aprendiz de cura en una obrita de hace muchos años); que si don Francisco Fanego y el “pensum para hoy” (“Labor omniavincitimprobus”), que si el fútbol, las excursiones, el mollete mindoniense etiqueta negra, la carne de los miércoles… Y no lo que el Seminario grabó en el interior de cada uno, que no es poco.

Con los seminaristas se sentaron a la mesa algunos curas de la zona: Antonio Domínguez, actual párroco de Villalba y memorable profesor de Música de varias generaciones de estudiantes además de una voz privilegiada –solista en las grandes ceremonias-, cincelada por el gregoriano; Jesús Goldar, cura de Gondaisque y Mourence; José Río Villares, jubilado, y la gran sorpresa: la presencia de Don Eugenio. Cuando en la diócesis se dice “Don Eugenio” los más nos ponemos en pie. Uxío García Amor es una institución para todos los seminaristas que le conocieron, bien como profesor, bien como director espiritual. Hoy es una figura venerada por su sabiduría y por su espiritualidad: un santo que sonríe; incluso cuando tiene que atender, en calidad de “encargado de atención pastoral” –como dice la web de la diócesis- … ¡a 27 parroquias!. Don Eugenio dirigirá la liturgia musical de la Eucaristía del 17 de octubre en la capilla del Seminario.

Como remate de esta xuntanza, una promesa: “Volveremos”. El homenaje al Seminario ha servido como revulsivo para obligarles a reunirse al menos una vez al año. Habrá alguien siempre que se encargará de que la convocatoria no quede en el olvido. Además del compromiso de hacerla llegar a todos aquellos   que por diversas razones esta vez no pudieron estar.

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