El cardenal Quiroga, visto por José María Díaz Fernández

Escudo cardenalicio

Nos dejó el pasado 20 de julio don José María Díaz Fernández sin que en ninguna de obituarios publicados en su memoria se evocara siquiera  un exquisito libro suyo palpitante de emoción y homenaje a la figura del cardenal Fernando Quiroga Palacios, antiguo obispo de Mondoñedo y arzobispo de Santiago fallecido en 1971.

El opúsculo, de poco más de un centenar de páginas, reúne 20 de los muchos artículos que a partir de 1973 dedicó don José María a quien fuera primer presidente de la Conferencia Episcopal Española y un modelo de prelado “digno de figurar en las páginas de un santoral”. Lleva por curioso  título «7 de diciembre», para resaltar la fecha de nacimiento del ilustre cardenal.

Portada del libro

 

Relación paternofilial.-En el prólogo se refiere el autor a su vinculación a don Fernando  desde que, a sus quince años, siendo  seminarista, acudió a Los Remedios para presenciar la multitudinaria entronización del nuevo obispo en Mondoñedo. Nació así una vinculación paternofilial que les acompañaría hasta  hasta la partida del cardenal, herido por la enfermedad, en el Hospital sacerdotal San Pedro de Madrid en 1971.

 

Es un libro cuasi hagiográfico, valga decir, pero a la vez, una fiable guía que nos  conduce a lo largo de  la biografía pastoral del gran cardenal orensano y una  sutil descripción del carácter e impronta sacerdotal del biografiado, lejos del estereotipo que se difundió por entonces. Don Fernando tomó posesión de la diócesis mindoniense  el 25 de noviembre de 1945. Llegaba  de Valladolid donde ejercía como canónigo lectoral. Le precedía una fama de hombre curtido, con ideas, reposado. Se le auguraba una breve estancia en Mondoñedo, como así fue. Era de la tanda episcopal de Tarancón (futuro cardenal de Madrid)  y Bueno Montreal (Sevilla). Valladolid le despidió con elogios: “Orensano magnánimo, incapaz de toda sombra de resentimiento”.

Escudo episcopal

Tres fecundos tres años  medio.-El primer rasgo de su carácter lo percibieron los mindonienses en la misma recepción de Los Remedios. Lo hizo con la mayor tranquilidad y sencillez”. En otros tiempos, lo obispos llegaban majestuosamente a caballo a  la explanada del santuario, Su predecesor, De Arriba y Castro, hizo el recorrido hasta la catedral bajo palio.

Díaz Fernández recuerda que los padres del don Fernando había vivido en Mondoñedo antes de su nacimiento y  en esta ciudad quedó enterrado el primer hijo del matrimonio, al que llamaron también Fernando.

No tardó el joven obispo (45 años)  en ponerse manos a la obra. De obras iba la cosa, puesto que a él de debe la ampliación moderna del Seminario, después de haber restaurado y   embellecido la capilla del Mayor, dotándola de un artístico sagrario.

Don Fernando consiguió que la Virgen de los Remedios fuera reconocida como patrona diocesana  y promovió la construcción de dos bellos ventanales en el santuario. Cuando en 1956, siendo cardenal de Santiago,  la imagen de la Virgen de los Remedios fue coronada canónicamente, don Fernando fue el invitado para presidir la ceremonia,

Como visitante asiduo del Seminario, autorizó poder conversar en cl comedor durante las comidas e implantó las vacaciones de Navidad de los seminaristas en familia. A él se debe la publicación en el claustro de una hoja informativa titulada “Venid”. Dotó de especial solemnidad la ceremonia de las ordenaciones sacerdote en la catedral; durante su pontificado, algunas ordenaciones  se hicieron en las parroquias de origen de los ordenandos. Díaz Fernández señala la “excepcional dedicación del obispo a sus sacerdotes”, aliviando con “prudencia y caridad” no pocos conflictos.

Contra lo que se oía decir en su época en modo festivo, Quiroga Palacios  era frugal y   austero en todas sus manifestaciones. Se diría de él, como Fray Luis, “con pobrecilla mesa, de paz bien abastado”, Deseaba una mesa “parca y elemental” y   así lo exigía en sus visitas pastorales por la diócesis.

Al morir dejó como bienes materiales una cuenta de 1.200.000 pesetas que tenía este precedente: lo sobrante de las  800.000 pesetas aportadas por diocesanos orensanos para la compra de las vestiduras y ornamentos episcopales, cuando su consagración y   los intereses compuestos generados. Se fue, pues, con las manos vacías  y el corazón “abastado”.

Lápida sepulcral en la catedral de Santiago

Textos primorosos.-Me satisface   decid que el centenar de páginas de los diferentes textos de don José María  son un puro deleite literario.  Aun desde un propósito inequívocamente  encomiástico, aflora  la galanura del estilo  y la hondura cultural del rendido biógrafo. –R. B.

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