
No se nos ha ocurrido mejor idea a los militantes seminaristas “madrimindonienses” que evocar aquel septiembre frío de nuestra llegado a Lorenzana en 1954 con una visita, el pasado 26 de septiembre, al Real Casino de Madrid y compartir un amigable almuerzo sin “garabolos”. No hubo asomo de sarcasmo al recordar la estampa del viejo monasterio de San Lorenzo y cotejarla con esa joya arquitectónica del centro histórico de Madrid, Las cosas suelen ser más sencillas,
Dani Artiaga, el casinista.-En el grupo de los madrimindonienses que vivimos en la capital de España suena con voz propia ´nuestro compañero Dani González Artiaga, laurentino y villalbés a partes iguales, con arraigo en la ilustre institución recreativa madrileña. Dani es socio del Casino desde hace años y, a la vez, un veterano integrante de la cuerda de bajos del Coro de la ilustre casa, (Por cierto, un coro de campanillas que puedes escuchar en You Tube), Con Dani como huésped y con su amigo el antiguo directivo casinista Andrés Rodríguez como introductor histórico, pudimos admirar no sólo el continente de este palacio catalogado como Bien de Interés Cultural en 1993, sino también el no menos rico contenido del edificio, un verdadero museo de museos. Andrés nos relató, muro a muro, cuadro a cuadro, la historia del Real Casino a partir de su fundación en 1836.
Un Casino apolítico.-El Casino nació como réplica al ateneísmo político de la primera época liberal, ofreciendo a la alta burguesía madrileña de la ápoca un espacio de sosiego lejos de la acerada disputa política. Pasó el Casino por media docena de sedes hasta la construcción, en 1910, de la sede actual entre las calles de Alcalá 15 y Aduana 23. Todos los madrileños identifican al instante la fachada, entre ecléctica y un asomo modernista del Casino, pero pocos conocen su interior, reservado a los socios y sus invitados: desde la Entrada de Carruajes al Patio y Escalera de Honor, los nueve salones entre los que destaca el Salón Real de refinada declaración; las salas de billar, de juego de cartas, el gimnasio, la sauna, la peluquería… e incluso los primorosos ascensores de reja, Al paso salen a tu encuentro obras de Emilio Sola, Cecilio Pla, Álvarez de Sotomayor, Romero de Torres, Mateo Inurria, Mariano Benlliure, vidrieras francesas, lámparas de la Fábrica de la Granja, alfombras de la Real Fábrica de Tapices, piezas únicas de la Sociedad Española de Relojería…
Con “el hambre aclarada”, como el Guzmán de Alfarache, fuimos conducidos al comedor de socios para el almuerzo. Un menú sencillo, logrado y delicadamente servido, que en todo esto consiste la elegancia. Incapaz de mostrarse sobrio, el Casino nos trató como merecemos: alguien debió adelantarles que todos habíamos estudiado latín en Mondoñedo, y eso suena muy solemne en aquellos muros.
Un “¡hurra!” de felicitación y agradecimiento para nuestro anfitrión Dani Artiaga, que ya porta la distinción de un casinista antiguo,
Excusaron su ausencia Ricardo Timiraos, todavía con las maletas en Vivero, y Moncho Saá, Manolo Villares y Ángel Felpeto (el toledano de San Juan de Alba) atados a la agenda médica. Pacurri, el granadino, no admite la ausencia. Su palabra se sienta siempre a nuestra mesa. –R. B.
Asistentes:
Ángel Teijeiro Fraga, Arsenio Ginzo, Dani Artiaga, José Puente Abelleira. José Antonio Pernas, José Ramón Franco, Ramón Barro








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