José Manuel Vivero Prieto

Frexulfe (Valadouro), 1939.

Fuera de bajar a la ribera del Ouro, a chapuzarse en verano y probar suerte en la pesca de la trucha en primavera, poco más podría ofrecer a un niño de 13 años  la pequeña aldea de Frexulfe, no Valadouro, a unos seis kilómetros de Ferreira, en la carretera que lleva al Cuadramón y a la Sierra del Xistral, allá por los primeros años 50 del pasado siglo. Si este muchacho recibe el influjo de una maestra activa y particularmente devota y de un cura que atendía por su oficio, ya tenemos a José Manuel Vivero Prieto    camino de la cercana Vilanova de Lourenzá para ingresar en el Seminario. Era septiembre de 1952.

Vilanova.-Vilanova le impactó. Los profesores eran imponentes y distantes.  Se las tuvo que ver el pequeño José Manuel con don José María Puente, don José Luis Villamarín, don Ricardo Pena …”Villamarín me tenía ojeriza. El trimestre que me dio clase me suspendió en todo. Luego, al final de curso, saqué meritissimus”. En esta etapa fue designado “decano” del curso y, en razón del cargo, tuvo que pagar culpas ajenas sin recibir posteriormente el menor desagravio.

Mondoñedo,-El pase a  Mondoñedo, para cursar Tercero de Latín, supuso un cambio “para bien”, aunque los de Cuarto y Quinto se empeñaban en considerarnos “pipiolos”. A José Manuel le sentaban bien la sotana,  el pan de mollete y el compañerismo. Le vienen a la memoria dos profesores. Don Jaime Cabot, un hombre bondadoso wue nos enseñaba creo que aritmética. Y  de grato de recuerdo también el profesor de Historia, asignatura que daba don José María Fernández y Fernández a los alumnos de Tercero y Cuarto (un año Historia Antigua y otro Historia Moderna).

Vuelta a casa.-Pese a los aires bonancibles del Padornelo, José Manuel no llegó a matricularse de Cuarto. Era ya un mozalbete y regresó a Fraxulfe, sin proyecto de vida. En  su  parroquia ejercía un perito agrícola de carrera de cierto prestigio por haber realizado el catastro de Valdoviño (A Coruña). Y con él empezó a trabajar. José Manuel   retocaba las fotos de los campos roturados que hacía el perito,  mientras aceleraba el aprendizaje de mecanografía, clave para poder sacar adelante los documentos de su jefe: partijas, medición de terrenos, etc. Hasta que llegó la mili.

Mili en A Coruña.-Le tocó servir en el Parque de Artillería, de A Coruña. Entró de oficinista, porque José Manuel Vivero  era por entonces un avezado escribiente que, además, sabía echar bien las cuentas. Se ocupaba especialmente de la secretaría del cuartel,  del archivo y la biblioteca. Aprovechó el tiempo para enfrascarse en libros de matemáticas y contabilidad. Ya le urgía el tiempo. Por fortuna, un capital ferrolano que seguía sus pasos decidió velar por su futuro . Cuando se acercaba la licencia, le ofreció gestionar un puesto en la Diputación Provincial  coruñesa como inspector de obras públicas en la provincia. Tendría que patear los pueblos, desde Bares a Finisterre. Pero José Manuel  dijo no. El capitán sospechaba si en tan sorprendente decisión mediaba una incipiente novia. “Algo había”, reconoce el viejo artillero.

En Saltos del Sil.-El capitán tuvo arrestos para insistir, esta vez proponiéndole un empleo en la pujante empresa Saltos del Sil, que se encontraba en plena etapa de expansión construyendo centrales hidroeléctricas  en las concesiones del Sil y del Bibey, en Ourense. En 1962, José  Manuel  se integró en la filial Construcciones del Sil,  en la oficina de A Rúa Petín. Trabajó luego sucesivamente en las oficinas de obra de las centrrales hidráulicas de Puente Bibey, Sobradelo (O Barco de Valdeorras) y Villarino de Conso, donde terminó como oficial primero administrativo. Ahí estuvo 13 anos.

Bancario durante 25 años.-En 1974 consiguió plaza, por oposición, en la entonces Caja de Ahorros de La Coruña y Lugo, y fue destinado a la oficina de Ferreira do Valadouro. Allí permaneció como interventor otros 25 años, Hace 18 años se trasladó con su mujer a Santiago, donde vive su hija, abogada.

José Manuel Vivero Prieto es un activo participante y ocasional organizador de las Xuntanzas estivales de antiguos seminaristas. Y añora sus jornadas de pesca en el Ouro saltarín, cuando no del noble reo que entra puntual y orgulloso por la bocana de Fazouro.