Juan Antonio Fernández Casabella

Frexulfe (Valodouro), 1941.

La biografía de Juan Antonio aparece hermanada en sus primeros años con la de su vecino José Manuel Vivero Prieto, compañero de correrías infantiles en la aldea y condiscípulo más tarde  en Lorenzana y Mondoñedo.

Al igual que su paisano, Juan Manuel mantiene viva, por el ascendiente que ejerció sobre él, la figura de su maestra, doña Emilia, docente muy apreciada por todos y mujer de profunda religiosidad. “Los jueves por la tarde”, recuerda ahora Juan Antonio, “nos llevaba a la iglesia para hacer un breve oficio: simplemente rezar una estación”.

 

Vilanova, un mundo nuevo.-En el 1952, el año en que cumplía los once, decidió ingresar en el Seminario. Pasó el preceptivo cursillo preparatorio de un mes en Lorenzana y, en septiembre, ya era alumno del dentro. Encontró allí un  mundo nuevo. Era el paso de una aldea de pocos vecinos al tumulto de más de un  centenar de compañeros. Guarda de esos dos años en Vilanova dos recuerdos: uno muy bueno. por  sus excelentes notas en Lengua,  y otro muy malo,  por  los “ceros patateros” que cosechaba en Matemáticas. A la postre, todo fue saliendo adelante.

 

Mondoñedo.-Mondoñedo le abrió los ojos a otro tipo de convivencia y de exigencia. Una disciplina más relajada, mejor relación con los profesores y a la vez,  más presión en el estudio. Tanto, que en algún caso se salía de cauce, como el buen don Jaime Cabo que enseñaba Matemáticas por el libro de texto de Quinto de Bachillerato. “No nos enterábamos de nada”, dice en amable evocación del esforzado profesor. Pero, al igual que en la viña del Señor, había de todo. “Me impactaba los conocimientos que tenía don José Cascudo en su materia de Ciencias. Era un profesor sobrio, amable y muy eficaz”.

 

Merienda de higos pasos.-Cuenta Juan Antonio una anécdota que resulta inédita: resulta que a la merienda solían repartir cinco higos pasos a cada alumno. Sea por tiquismiquis del paladar sea por la rutina de la dieta, el caso  es que, en buena parte, esos  higos se utilizaban como proyectiles que lanzaban  unos a otros en la fila. Adolescencia en estado puro.

Al cumplir el primer trimestre de Quinto de Latín (diciembre de 1956), decide quedarse en casa. Como no hay tiempo que perder, sus padres lo envían a la Academia Minerva, de Vivero, y emprender   el Bachillerato de Ciencias. Quinto y Sexto lo cursó por oficial en el Instituto de Lugo. Comenzó también Magisterio por libre y, cuando le quedaban dos asignaturas para graduarse, se plantó. “Yo era imposible para la música. No pude superarla”.

Todo un bachiller sin rumbo claro, vuelve a casa, a la labranza. Tierra que cultivar era lo que no faltaba en Frexulfe. Tras trabajar tres años en una serrería de la que socio su padre, vuelve al campo.

 

Bancario 30 años.-En 1976, con  35 años,  ingresó en el Banco Central como administrativo. Fue destinado a la oficina de Viveiro. Como su familia tenía su residencia en Ferreira, al poco tiempo logró el traslado a la capital de Valadouro, donde ejerció de interventor y, ya al final de sus 30 años de ejercicio bancario, como responsable de la oficina. Vivió la las absorciones del Central por el Banesto y el de éste por el Santander.

De su etapa de agricultor, le queda el amor a su  reducido huerto de lechugas, cebollas y tomates.

Nuestro amigo Fernández Casabella vive su jubilación con su esposa en Recaré, parroquia muy cercana a Ferreira, orgulloso de haber dado carrera a sus hijos: una chica arquitecta, y dos chicos, uno ingeniero de Telecomunicaciones y otro FP en Mecatrónica. Misión cumplida.