FallecIó Xuxo Pigueiras, “O Morrosco” de Viveiro

Pigueiras, de pie, primero por la izquierda. Equipo de filósofos (primeros años 60) en un partido en Vilalba.
Pigueiras, de pie, primero por la izquierda. Equipo de filósofos (primeros años 60) en un partido en Vilalba.

El pasado dúa uno e julio falleció en Móstoles (Madrid) Jesús Fernández Pigueiras. Sus condiscípulos “pipiolos” de Lourenzá de 1954 le recordábamos como “El Morrosco” de Viveiro por su fortaleza y su dinamismo. Era un fortachón de corazón esponjoso y disponible. En el equipo de fútbol del curso era el referente de la defensa (“Pigueiras y dos más”), como Rico Méndez lo era en el ataque, con aquel regate barroco e inatacable. Tras esa fachada, afloraba en Pigueiras un joven con un innato aprecio de la estética: en sus ademanes, en la forma de vestir, en su aplomo de futbolista (el «Beckenbauer del Seminario», solían decir). Era naturalmente elegante.

Xuxo Pigueiras fue siempre un compañero de notoria presencia, por su personalidad tempranamente madura y su capacidad de determinación. Era un muchacho resuelto, nada que prefigurara en él a un “curiña de aldea”. La carnicería de sus padres en el Mercado Municipal daba al joven seminarista una popularidad adicional en el pueblo. Si pasabas por la ciudad del Landro y preguntabas por la carnicería de Guillermo, ya tenías a Xuxo localizado. Dejó el Seminario de Mondoñedo cuando ya había superado varios cursos de FilosofÍa. Luego, se hizo viajero: Orleans, París… Adquirió por entonces una valiosísima formación en Electricidad que le abrió mil rutas por medio mundo.

En 1965 se casó con la sevillana Carmen Zayas. Con la voz entrecortada, Carmen nos relata el largo itinerario –La Coruña, Cádiz, Castro Urdiales, Aranjuez, Madrid, Méjico, Argentina… – , ocupando cargos de creciente responsabilidad en la multinacional Foster Williams. En los últimos años el matrimonio y sus cuatro hijos se asentaron en la ciudad madrileña de Móstoles. El pasado año, cuando los organizadores del Homenaxe al Seminario de Mondoñedo conectaron con él, ya no era el mismo Pigueiras que se comía el mundo. El hígado le estaba jugando una mala pasada. Se adhirió al Homenaxe de todo corazón –según comentó-pero carecía ya de fuerzas para viajar a Mondoñedo.

Al recordarlo hoy, con tanto afecto como añoranza, nos golpean la memoria aquellos años mindonienses en que Pigueiras significaba entre nosotros un soplo de optimismo.

 

Fallecen dos de los nuestros

Por Ricardo Timiraos Castro

Querido Ramón Barro:

Siento tremendamente darte la noticia del fallecimiento de nuestro bienquerido compañero ex- seminarista Jesús Fernández Pigueiras, más conocido en nuestro Viveiro natal como Xuxo de Ribeiriña. Y me dirijo a ti, y por extensión a todos sus amigos y compañeros, porque me has mostrado muchísimo interés preguntándome en reiteradas ocasiones por él. Me consta tu sincero afecto y la alegría que me manifestabas al tratar de recuperarlo. Creo que al menos habéis hablado por teléfono.

Con motivo del homenaje al Seminario contacté con él mediante otro excelente amigo mío como es su hermano Manolo, a quien desde aquí envío el más tierno abrazo lleno de verdadero cariño. Le conté el enorme interés que tenías en retomar la amistad después de tantos y tantos años,-a la vez que intentaba poneros en contacto-, y ya supe que no andaba traído sus restos para Altamira.

Hace un mes la prensa nos daba también la fatal noticia del fallecimiento del sacerdote, también amigo y vecino, Manolo Crespo, El Toni, y su hermana Rosalía, en accidente de tráfico y ni siquiera me enteré de la misa que por sus almas se celebró en Madrid, por lo que pude acompañar a su hermano Antonio a quien desde aquí quiero manifestar mi pesar;   pero ambos, me refiero a Pigueiras y el Toni, suponen en nuestras vidas, de aquellos de Viveiro que estábamos en el Seminario por los años sesenta, un gratísimo recuerdo de amistad y compañerismo, salpicado de múltiples anécdotas, y que reforzaron unos lazos que siempre se mantuvieron en el tiempo a pesar de los distintos derroteros de la vida.

Quiero recordar, como pequeños ejemplos de mi sentida pérdida, la sonrisa franca y plena de enorme alegría de Pigueiras en sus fugaces visitas a Viveiro en el reencuentro y las múltiples vivencias de amistad, y hasta de familia, de Manolo Crespo quien, sea dicho de paso, para la pequeña historia de la Semana santa vivariense, fue el primer redactor de los estatutos para la creación de la cofradía de “O Nazareno dos de Fóra” .

Ya son muchos los compañeros que nos han dejado: Herrera, párroco en Villalba; Casabella, funcionario en el Ayuntamiento; Sanmartín, de la Vilacampa, por tierras catalanas; Amandito, aún mayor que nosotros, hermano de san Juan de Dios… ellos se han ido y aquí quedamos sembrando también por la vida, cada cual a su manera, y nos hemos desperdigado llevando en el alma el germen del Seminario que, sin duda, imprime carácter.

Recibid familiares y amigos mis sentidas condolencias.

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