La economía de postguerra en nuestro Seminario

Hubo un tiempo, el de la larga postguerra que  apenas ha sido  narrado en esta página, en que nuestro  Seminario, en su doble sede de Lorenzana y Mondoñedo,  sobrellevó una supervivencia económica autárquica y casi al límite. Evoco esa circunstancia al leer las normas que regulaban  el famoso cursillo preparatorio para el acceso al Seminario, curso de cuatro semanas que  se dictaba en verano en Lorenzana a partir del curso 1942-1943, justo el año   inaugural  de este centro auxiliar que permaneció activo hasta 1970.   La carta firmada por el entonces rector, don Francisco Fraga, evidencia en sus términos aquellos años de penuria. Aparte de acreditar una intachable conducta moral familiar, los seminaristas deberían acudir al viejo monasterio de San Salvador, en Vilanova, provistos de sábanas, colchón, almohada y manta de cama.

Y no concluye ahí la aportación personal al sostenimiento del centro. En los primeros años 50 – recuerda mi buen amigo don Emilio Prado Piñón desde la residencia Betania de Viveiro- los alumnos eran invitados –la norma no era obligada-  a aportar, al inicio del curso, nada menos que  80 kilos de trigo en grano que sería molido en Mondoñedo y hecho pan en el horno del propio seminario. La entrega en especie reducía una parte del pago de la estancia, que se situaba en torno a 700 pesetas al año. Es obvio, que los seminaristas más alejados de Mondoñedo se veían obligados a renunciar a esa opción en especie. “¿Quién podría cargar con 80 kilos de trigo desde San Xulián de  Montoxo hasta  Mondoñedo?”, argumenta don Emilio.

Trigo o que fuera menester. Los responsables  de las despensas de los seminarios (don José María Caruncho, mayordomo en Mondoñedo, y don José María Prieto Martínez, vicerrector en Lorenzana) echaron sobre sus espaldas la apremiante tarea de mantener servidos los refectorios,  y ahí los tenéis, carretera adelante, visitando nuestras aldeas en busca de patatas y lo que hubiera a mano, no pocas veces con nocturnidad esquivando con buena conciencia los controles de Abastos. Nunca es tarde para rendirles homenaje por esa entrega.-Ramón Barro.

 

 

 

 

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