As Feiras das San Lucas, fuera y dentro del Seminario (1)

Caballos haciendo el tradicional desfile por las calles de la ciudad

Por Juan José Meilán (2)

 

Decir simplemente “As San Lucas” es estar hablado de las fiestas y ferias que se celebran en Mondoñedo a mitad del mes de octubre desde el año del Señor de MCLVI en honor a S. Lucas Evangelista, médico, pintor y narrador.

Animación en la Plaza Mayor de Mondoñedo en plenas fiestas de As San Lucas

La feria y sus feriantes.-Mondoñedo se llena de feriantes, de festeiros, de tratantes y de algarabía. Todo es bullicio, música, relinches, tratos a voces, violines de ciego y ecos de gaita. Se mezclan las gentes naturales de las tierras de Miranda con los britones, los mariñáns, asturianos, chairegos, meireses, montañeses e incluso foráneos, cada cual con su acento. Todavía se hacen tratos con un apretón de manos, se cambia el caballo o la mula por euros y, finalmente, el trato se cierra con pulpo y taza, siempre por cuenta del vendedor. Llega la hora de vivir As San Lucas.

Toda la  ciudad tomada por la fiesta.-Durante cuatro días, del 17 al 21, conocidos como, “Día de vísperas”, “Día grande”, “Día del medio” y “Día das maulas”, fechas en que el campo y el monte llenan hasta los bordes la ciudad que presenta una oferta de múltiples utensilios domésticos –cuchillos, navajas de Ferreiravella y de Taramundi, hoces, azadones y trébedes, etc., mimbres y cestería, artesanía, tonelería, mantas de lana procedentes de Palencia y del Val de San Lorenzo para calentar en el frío invierno que se avecina; miel, castañas, pan y empanadas; barro cocido por alfares cercanos, excedentes de la cosecha agraria, etc.,  etc.

Campo dos Pasariños.-Y  lo más interesante que se muestra en el “Campo dos Pasariños”: un enjambre de ganados,  sobre todo mular y caballar.  que el día 17 por la tarde hizo su entrada por el barrio Dos Muiños, plaza de la Catedral, plazuela de San Juan y Campo de la Feria, procedentes de la Pastoriza y de la tierra deMiranda, con su “greas” de potros bravos y caballos céltigos, peludos y trotones, hijos del viento del norte en la áspera soledad de las cumbres, fragas y gándaras.

Desde hace algunos años merman los artículos y géneros del medievo y se expone maquinaria agrícola, mientras proliferan abundantes puestos de ropa, zapatería, relojes, encaje de camariñas y juguetería por algunas calles.

El poster día o día “Das maulas” hay desfile de gigantes y cabezudos, las sanluqueñas/os retornan a su quehacer cotidiano, el sueño concluyó. Hay concursos y piñatas para la gente menuda y adioses que anuncian el nuevo silencio anual que es arte y tradición en Mondoñedo.

Pulpo en la Alameda.-El paseo de la Alameda se llena de tómbolas, tío-vivo, coches de choque, churrerías, palcos para orquestas y en un tercio de su aforo se instalan las carpas donde las pulpeiras cuecen hermosos cuerpos de sabroso pulpo en sus potes de cobre que se degustará en mesas corridas con mantel y tazas llenas de abundante néctar del Ribeiro. De fondo, siempre estará sonando música y estruendo. El postrer día -o día “das maulas”- hay desfile de gigantes y cabezudos, las sanluqueñas/os retornan a su quehacer cotidiano, el sueño concluyó. Hay concursos y piñatas para la gente menuda y adioses que anuncian el nuevo silencio anual que es arte y tradición en Mondoñedo.

Desde el siglo XII.-En As San Lucas se han visto de todo. Son un mundo; mundo que invitamos a conocer. Son tal y como nacieron en el siglo XII. Quizás no haya en Europa horas más antiguas que las que se puedan pasar en Mondoñedo durante los indicados días del otoño mariñano.

Todo visitante retorna a su destino con algún recuerdo de haber estado en la feria y cuando llega a su lugar, muestra orgulloso al vecino un pequeño envoltorio mientras le dice: “Merqueino nas Sanlucas”. Yo, año tras año, fui comprando un cuchillo de Ferreiravella, herrería marca “Lodos”, de esos que cortan pan y carnes, y ahora, tengo la docena a mi disposición.

A festa dentro  del Seminario

Mis recuerdos sobre cómo se vivían los días de “As San Lucas” en el Seminario son muy vagos y sombreados por mi condición de mindoniense, sin duda.

 Algo se movía intramuros.-Recuerdo cómo continuaba la vida con aparente normalidad, supeditando nuestra formación a lo que ocurría fuera de muros;  sin embargo, se notaba cierta excitación en alguno de los profesores externos cuando acudían a dar sus clases. Tanto era así, que a pesar de ser días de calor otoñal, se cerraban las ventanas para evitar penetrasen ruidos por ellas o saliesen enseñanzas. Recuerdo como muestra, que al comienzo de la clase de griego  con D. Edelmiro Bascuas –cuántos recuerdos- al ordenar su cierre, avisó: “Cierren las ventanas, no vaya a ser que al traducir la tragedia de “Edipo Rey”, de Sófocles, los vendedores de alfares que ahí afuera comercian escuchen nuestra discusión sobre lo extraño que se muestra “el destino” para estos estudiantes”.

Arriesgábamos ocultas miradas a escondidas detrás de las ventanas para observar cómo la gente delante de nuestras narices, miraba, escogía, probaba y comprobaba, compraba y vendía. Varias tardes oíamos pasar una que otra “grea” con su ruido sordo y uniforme, roto solo por el relincho de los caballos o los gritos de sus monturas.

 Días de visitas familiares.-Lo que sí permanece muy vivo en mi recuerdo era el bullicio que se producía en los pasillos del claustro a las horas de visita. Las familias y amigos que acudían a Mondoñedo a la cita ferial nos traían noticias del terruño siempre portando algún paquete bajo el brazo que  nos alegraba el espíritu y reconfortaba el físico. Abundaba el olor a chorizo y el intercambio de chocolate. Mi madre, acompañada siempre por algún tío de Riotorto o de la familia Peña de Bretoña, nos visitaba a mi hermano y a mí a media tarde y su paquete en esa fecha, además de la habitual tableta de chocolate de Nievitas, se acompañaba de un trozo de queso de San Simón con que cada año nos agasajaba la villalvesa Raquel Soto, que se hospedaba en nuestra casa con el fin de entrevistarse con sus caseros de Masma.

Los últimos coches del atardecer.-Los atardeceres eran un regalo para los sentidos. Ver como los coches de “ferias, fiestas y mercados”  subían hacia S. Carlos hasta ocultarse tras el monte do Padornelo llenos de gentes y paquetería por todas partes, tanto en las escaleras como en la baca o en los estribos, aunaban nostalgia y placer.

Y así, año tras año, concluía un tiempo de excitación global entre aquellos claustros y muros, pasando a acumular recuerdos de vivencias casi siempre formadas a base de imágenes que apenas percibía sino que muchas veces agrandaba por las explicaciones y pormenores que me contaban mi amigos durante las vacaciones de Navidad.

Para mí, como mindoniense en el exilio, As San Lucas son mucho más. Ahora, cuando acudo a esa convivencia, acudo para tomar pulpo y vino de amistad, y sobre todo, con la añoranza de un pasado que recuerdo con cariño pero lleno de ausencias.

Todo visitante retorna a su destino con algún recuerdo de haber estado en la feria y cuando llega a su lugar, muestra orgulloso al vecino un pequeño envoltorio mientras le dice: “Merqueino nas Sanlucas”. Yo, año tras año.  fui comprando un cuchillo de Ferreiravella, herrería marca “Lodos”, de esos que cortan pan y carnes, y ahora, tengo la docena a mi disposición.

Boletín del Alumnado Senior de la Universidad de Vigo-Campus de Pontevedra donde se publicó originariamente este reportaje

 

1)Artículo publicado en el Boletín Informativo  de la Asociación do Alumnado Sénior da Universidade de Vigo-Campus Pontevedra.  Febrero 2021.  Núm. 1

 2) Juan José Mailán García. Mondoñedo, 1949< Seminario: 1959-1966. Bancario, articulista.

 

 

 

 

 

 

 

 

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