El sábado, 10, homenaje en Vilalba a García Amor, en su 90 cumpleaños

Don Uxío y su inseparable sonrisa. (Foto Cristina Arias. El Progreso)
Don Uxío y su inseparable sonrisa. (Foto Cristina Arias. El Progreso)

 

Eugenio García Amor, sacerdote singularmente carismático de los últimos 60 años de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, recibirá el sábado, 10 de noviembre, el testimonio de admiración y afecto no sólo de Vilalba, donde mantiene su labor pastoral,  sino de toda la diócesis. En su entorno se insiste en decir que no se trata de un “homenaje”, sino de una fiesta de cumpleaños. En efecto, Don Eugenio cumplirá 90 años el miércoles, 7, y, con este motivo, se ha organizado una misa de acción de gracias en la iglesia de Santa María, a las 12 horas, seguida, a las 14 horas, de un almuerzo en el restaurante El Montero, en  la vecina localidad de  Goiriz. (Reservas para el almuerzo: Parroquia de Vilalba, 982 510 406).

El entrañable don Eugenio, nacido en Sante (Trabada, Lugo) en 1928, estudió Latín y Humanidades en el Seminario de Mondoñedo y se licenció en Filosofía, Teología y Sagradas Escrituras en la Universidad Gregoriana de Roma, donde fue ordenado sacerdote en 1953.  Fue profesor polivalente en el Seminario (literatura, francés, música…), maestro de capilla de la Catedral, administrador diocesano en el interregno de los obispos Araujo y Gea Escolano. En 2011, junto a su compañero y amigo don Enrique Cal Pardo, recibió de manos del Papa Benedicto XVI el título de Prelado de Honor.


Evocación de Don Eugenio

Por Arsenio Ginzo Fernández 

Cuando se me solicitó una pequeña evocación de Don Eugenio, con motivo de su 90 cumpleaños, mi primera reacción fue el declinar el amable ofrecimiento, por considerar que sin duda hay personas más idóneas para hacerlo. Sin embargo, no tardé en cuestionar esa negativa inicial, pues me resultaba muy difícil no aceptar esa petición, aunque no fuera más que por el hecho de que desde hace muchos años mantengo con don Eugenio no solo una relación de sincero afecto sino, además, de admiración.

Por otra parte, esta relación tiene asimismo una especie de “prehistoria”. Antes de llegar a conocer a Don Eugenio, yo tuve la suerte de haber sido alumno de su hermana doña Teresa, allá por los años cincuenta, en una aldea perdida del norte de la provincia de Lugo. El hecho de que su hermana haya sido mi maestra, y hubiera reparado en mí, desempeñó un papel muy importante en mi pequeña historia personal. Gracias, Doña Teresa.

Regreso del “trilicenciado”

Cuando llegué a Mondoñedo pronto me hice consciente del prestigio y de la valía de Don Eugenio, que dejaba atrás una prolongada y exitosa estancia romana, como alumno de la Gregoriana y del Instituto Bíblico, regresando, como consecuencia de ello, nada menos que como “trilicenciado”, valga la expresión. También supe prontamente que don Eugenio pertenecía a un curso excepcional en el que cabría mencionar, entre otros, a don Fernando Porta y a don José María Díaz, también ellos maestros queridos y admirados. En mi opinión este curso constituyó todo un lujo para una pequeña y modesta diócesis como Mondoñedo.

Considero que don Eugenio es una de las personas más polifacéticas que he conocido, con el añadido de que en los distintos aspectos que configuran su personalidad ha sido capaz de situarse en el nivel de la excelencia. Don Eugenio ha sabido conciliar la sencillez, la cercanía y la modestia con esa instalación en el ámbito de la excelencia. Quizá cabría recordar a este respecto la reflexión de R. Tagore cuando escribe que “cuanto más grandes somos en la humildad, tanto más cerca estamos de la grandeza”.

Modelo de humanidad y espiritualidad

Don Eugenio no quiso ser un “triunfador” en el sentido en que suele entender esta palabra la sociedad actual. Pero sí fue un claro triunfador en el sentido más pleno y profundo del término, en cuanto modelo de humanidad y espiritualidad, como persona y sacerdote, como trabajador incansable y ejemplo de integridad, por su pasión por las cosas bien hechas y a la vez por su generosidad a la hora de compartirlas.

Dentro de la fragilidad de la condición humana, nuestra especie no ha dejado de sentirse a la vez fascinada, a lo largo de los tiempos, por la permanente aspiración a lo Bueno, a lo Verdadero y a lo Bello, es decir, no ha dejado de aspirar a algo más grande que nosotros mismos. Don Eugenio ha vivido instalado en esa especie de “patria” del espíritu. Nos limitamos a recordar que en lo referente al problema de lo Bello, don Eugenio ha cultivado con éxito la música y la poesía, las más espirituales de las artes, que nos ayudan a aproximarnos a lo que en última instancia es Innombrable. Como diligente estudioso de las Sagradas Escrituras, don Eugenio ha tenido buena oportunidad de comprobarlo.

A la altura de los 90 años, la vida de don Eugenio ha sido para muchos, entre los que me cuento, una especie de “regalo”, de bendición por los que no podemos menos de dar gracias.

 


Don Uxío, flor de Deus e caiado dos homes

Por Ricardo Timiraos Castro

(O Rebello)

 

Sendo eu  un pícaro  o meu primeiro profesor de Literatura, D. Uxío García Amor, expricaba que cando un coche sube a unha montaña  e da voltas e reviravoltas, móvese coma unha serpe. A  imaxen quedou grabada na miña cachola e logo sirveume para ver que  montaña e a vida e que para subila podemos buscar atallos, pero convén sempre  andar con un bo caiado non vaia a ser que, entre as rochas,  as rosas  e as silvas do camiño, esquezamos  os verdadeiros principios que han rexir a nosa vida.

Uxío, crego aínda novo, agarimaba os nosos corazóns inocentes e sementaba neles a palabra de Deus da mellor maneira posible: co seu exemplar traballo. Estamos a falar de hai perto de sesenta anos.

Os vieros da vida leváronnos por soños distintos. E  mentras il sigue a vivir no servicio de Deus a través dos necesitados, eu andiven dando tumbos na procura dun non sei qué  tan ignoto como valeiro, aínda que sempre procurei non esquecer nin a Cristo, o seu Evanxelio e levar como estrela a verdade.

 

Caiado na minha vida

E para recorre-lo camiño, cada día máis estreito e cercano a cima da montaña, necesitei sempre as lapas da fogueira de persoas coma D. Uxío, que sendo home homilde, culto,  poeta sensible, músico do corazón, poideran servirme de caiado nise mar de tebras no que desgraciadamente me movo.

Mais hoxe é un día de ledicia para aqueles que sabemos que Vilalba, amosando unha vez máis a súa sensibilidade, rinde un merecídisimo homenaxe a quen, sendo Prelado do Papa, é o seu párroco,   o director da Coral e o que faiga falta …e moitas máis cousas que están nas mentes de quen o coñoce. Gratitude  na que queremos participar os que fumos os seus alumnos no Seminario  e  miña familia.

 

 Certeiro Homenaxe

E quero unirme a tan certeiro homenaxe, dicíndolle  a tan  insigne Vate, que este Rebello, como cariñosamente me chama, sinte verdadeiro orgullo de seguir sendo o seu alumno e que, si me alporizo contra todo aquelo que vexo inxusto, é porque quero o reino de isa verba tan fermosa como escasa: Xustiza.  Sei que son difícil de entender, máxime se critico a Iglesia como institución, que tamén o fago. Por exemplo: aínda non pideu perdón pola sua posición na Guerra incivil. Ben sei que vostede non tén poder para elo, pero convira conmigo que cómpre que as altas xerarquías busquen a concordia.  Heille dicir tamén, en confesión pública, que  non creo en moitas cousas que me enseñaron ou contaron e que os anos ou a vida trocaron en excepticismo.  Pero diso ninguén ten culpa. Rógolle que non se preocupe por mín porque sei que hai que levar a cruz niste mundo de incomprensión e de etiquetas, pero iso cecais fai máis fermoso o via crucis.

Poesía da vida, querido Mestre.  Saiba que recordo que os camiños de Deus son inescructables e o meu un deles. Aprendín tamén  que Deus escribe con renglós tortos, como dicía Gómez de la Serna, e quero que saiba que teño un amigo cura, pasionista en Santa Gema, chamado Cachito, que escribeu un Abecedario de amor. A ver se aprendo algo. Niste camiño torto, rebello e escollido na procura disa verdade limpa, clara e eterna vou termando de xuntarme con boas persoas algunas delas presentes no seu homenaxe. Sinto estar tan lonxe físicamente, pero perto no corazón.  Non, D.Uxío, non se preocupe pola miña alma pois sei que teño bós valedores en san Xaime Cabot- o título concedollo eu, pero mereceno Il- , o seu colega aquel D. Enrique Cal Pardo de tánta influencia na miña vida ou vostede mesmo. Perdón que non merecerei polos meus méritos, senón pola xenerosidade de vostedes.

Que a ledicia de sentirse tan querido sexa unha aperta tan sincera como agradecida de todos o que o queremos que somos moitos. Con eterno cariño,


Don Uxío

Por Ramón Loureiro (1)

(La Voz de Galicia, 04.11.2018)

 

El próximo sábado, que será el día 10 de noviembre, personas de toda la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, y también de otros muchos lugares del país, se darán cita en Vilalba, en la capital de la Terra Chá, para rendirle homenaje, por toda una vida de entrega a los demás, una vida generosa como pocas, a Eugenio García Amor, poeta, músico -fue director de la Coral Polifónica Ferrolana- y sacerdote nacido en Trabada en 1928 que a sus 90 años sigue plenamente activo y sin perder nunca la sonrisa que ilumina su rostro.

García Amor, Don Uxío, prelado de honor del Papa a quien yo solo le vi vestir la banda de seda púrpura el día que se le hizo entrega de ella en la catedral de Mondoñedo -catedral de la que es canónigo, por cierto-, es un sabio que, como todos los sabios verdaderos, no hace ostentación de su sabiduría en ningún momento. Formado en Roma, donde estudió Teología, Filosofía y Sagrada Escritura, regresó a Galicia en los años cincuenta del pasado siglo, e hizo cuanto estuvo en su mano por mantenerse siempre fiel a su vocación de cura rural, aunque en ocasiones las circunstancias lo llevaron a tener que aceptar responsabilidades como la de situarse al frente de la diócesis entre los pontificados de Araúxo Iglesias y Gea Escolano. De muy pocas personas puede decirse que han tenido, en vida, fama de santidad. Casi se cuentan con los dedos de la mano. Pero ese es el caso de García Amor, como bien saben cuantos lo conocen, que no me dejarán que mienta. Y no seré yo quien entre a valorar tal cosa, pero lo que sí digo, y en voz bien alta, es que a mí Don Uxíome parece una señal de Dios. Y si de algo no tengo duda ninguna es de eso.

(1) Ramón Loureiro (Fene, A Coruña, 1965) es escritor

 

 

 

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