Manolo Villares, paisano de Antonio e ingresado en el Seminario tres cursos más tarde que él, forjaron una fraternal amistad a partir los encuentros estivales de seminaristas en Cervo, nueva residencia familiar de Rivera. En noviembre de 2015, Manuel dedicó a la memoria de su amigo este texto que, al cumplirse hace unos meses el vigésimo aniversario del trágico fallecimiento de Antonio, nos sigue conmoviendo.
Por Manuel Villares Vázquez

Profesor de Filosofía en Madrid.-Estudió en la Universidad de Comillas y en la Complutense de Madrid, en donde se licenció en Filosofía. Posteriormente amplió sus estudios en Alemania y, a su regreso a España ,consiguió una plaza de profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid. Buen conocedor de la filosofía alemana, impartía aquel año un curso sobre Hölderlin y Novalis, en su intento de buscar explicación a la poesía y a la filosofía que anida en el fondo de los seres.
Mortal accidente de tráfico.-Tenía una confortable vivienda propia en Tres Cantos, próxima a la Universidad. En ella solía alojarse Pacio Lindín en sus visitas a Madrid. Solía viajar en bicicleta, y el siete de marzo del 2000 fue arrollado por un automóvil en la M-607 cuando trataba de esquivar los coches que se incorporaban a la M-40. No pudo superar el grave traumatismo craneoencefálico que sufrió y falleció en el hospital de la Paz a los 54 años. Fue incinerado en Móstoles, y allí estábamos, además de algunos familiares llegados de Galicia, sus antiguos compañeros Antonio Rodríguez Pena, Ramón Saá Echevarría (nacido, como Antonio, en San Román de Vilastrofe), Jenaro Pérez y yo mismo.
Homenaje en la Autónoma.-.Amante de la naturaleza, vivía rodeado de perros y gatos. Era también aficionado a la fotografía pero, sobre todo, a la poesía; sus amigos sabemos que escribió muchas, ahora perdidas y ahogadas por la soledad y el silencio. Algunos amigos y profesores plantamos un árbol en su recuerdo en el jardín del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid. El árbol es un cercis (árbol del amor o árbol de Judas, dicen que Judas se colgó de él) tiene hojas en forma de corazón y flores rosa en primavera.
Me resulta imposible creer que haya muerto víctima de un accidente de tráfico quien solo contribuyó a intensificarlo con su bicicleta, ya que por nada quería romper el equilibrio que soñaba para las relaciones de unos con otros.
En 2020 cumplió 70 años. Sus cenizas descansan en su querida Galicia, en el cementerio de Miñotos (Viveiro), parroquia de donde procedía su padre.
Cultivé la amistad con Antonio durante su etapa del Seminario y, más intensamente cuando ambos nos establecimos en Madrid. Hoy, además de una oración, quisiera rendirle este pequeño homenaje y dar fe de su cariño, generosidad y bondad que nos ha regalado a todos los que le hemos conocido.
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