Buscando a Dios

Ricardo Timiraos

(A Rilandro, in memoriam)

Por Ricardo Timiraos Castro (1)

Las personas vulgares como yo, educadas en un Catolicismo, hoy,  en mi caso,  visto rancio y que lo hemos olvidado voluntariamente, un tanto por huir del fanatismo y la escasa evolución, otro poco porque la duda siempre acecha, otro mucho por dedicación a mundanos quehaceres y la mayoría por dejadez…   Muchas veces hemos olvidado la búsqueda de Dios y, sin embargo,  algunos sentimos que está ahí, no sé si llamándonos, esperándonos o tratando de perdonarnos.

Por otra parte, somos tan osados que muchas veces  queremos llegar al Infinito obviando las lecciones de los verdaderos sabios y, sobrevalorando nuestra inteligencia, parecemos despreciar los  múltiples esfuerzos de miles de personas que han dedicado su vida a tal fin. Muchas mentes preclaras  han negado la existencia de Dios  con rotundidad y, sin embargo, ninguna de esas teorías, muy inteligentes y con un  bagaje cultural  enormemente superior al mío, me han convencido. Quizá por mis limitaciones, quizás por sus derivas, quizás por la complejidad de sus posiciones, quizás por sus toques de soberbia intelectual, quizás por  pensar aquello tan sencillo que lo que no se puede demostrar no existe.  Principio en el que se basan múltiples teorías. Lo que pertenece al mundo inmaterial del individuo no está ni en el ADN  ni el sustrato – recuérdese a Fenelón-  y me temo que no lo encontremos  ni en la ciencia ni en el espacio. Y  tratar de buscar respuestas con la razón -La Lógica y la Fe parecen antagónicas-  me temo que no dé resultado. Lo cierto es que hemos llegado al siglo XXI con una serie de teóricos ateos que hasta proponen erradicar la religión, y con ello pretenden también negar la existencia de Dios. Por dos razones: la primera porque la ciencia se siente incapaz de demostrar su existencia; la segunda sería por considerar a la religión, en el camino marxista, “el opio del pueblo”  y la culpable de todo el retraso cultural y el malestar social. Ciertamente, en este punto, creo, sinceramente, que el abuso  realizado por las distintas  religiones de la figura de Dios ha sido negativo para el progreso humano y que ciertas actitudes actuales de desconfianza y menosprecio obedecen a que las religiones se han convertido muchas veces en instrumentos de ideales políticos. Y mucho menos si defienden a los poderosos.

Lo cierto es que a mí las ideas ateas no han terminado de convencerme. Pensar así me ofrece dos alternativas: Llegar a Dios y no dudar, creer con auténtica fe y vivir convencido de su realidad es, además de admirable, muy envidiable, y nos libraría de la zozobra que supone sentirse agnóstico. ¡Ojo!, agnóstico, para no enterados, no es sinónimo de ateo.

Cuentan los libros que Einstein,  era ateo convencido, pero  que se declaraba agnóstico,  y escribió: Si Dios creó el mundo, su preocupación principal  ciertamente fue hacer que no fuese comprensible para nosotros”. Pues bien, yo le contestaría: “ Eso es fácilmente comprensible: La mente humana es tan limitada y misteriosa que todavía no ha encontrado el camino para la comprensión de Dios…”. Por su parte, La atea  u agnóstica  Ayn Rain dice que la definición de Dios es: “Lo que la mente humana no puede entender”. Se entiende bien lo que dice,  ergo, si no lo podemos entender, ella misma dice que existe. Para mí, creo que el mejor método para acercarse a ese misterio es la humildad y el ser capaces de reconocer nuestras propias limitaciones, para hacer  el camino.

Ojo pues, lector, está escribiendo un tipo vulgar de la calle, un tipo que  ni es un intelectual, ni un místico, ni un científico, con un bagaje cultural escasísimo para entender la complejidad de Dios. Por lo tanto, no voy a decir nada de salmos, ni de la creación ni de tantas y tantas historias que me contaron.

Sólo hablaré de que a mí me parece que  lo más parecido a Dios  pueden ser las maravillas que presenta la vida: el amor en todas sus manifestaciones, la lucha por la verdad, por la paz, por la justicia, por la igualdad…El perdón para  comprender mejor a los demás; la misericordia y la compasión con el que sufre; la lucha contra nuestros propios defectos;  las alegrías ajenas y propias; las personas que nos ayudan y ejemplarizan nuestras vidas; las flores que se  presentan en el camino; los esfuerzos altruistas; el respeto y consideración con los distintos… quizás Dios se muestre más cercano a los humildes, a los que creen  en Él que con la fe del carbonero  y sin tantas ínfulas intelectuales. Quizás  Dios sea más cercano del que sufre, del niño que le ofrece su inocencia, quizás hasta abra un ventanuco en nuestras mentes para que seamos capaces de ser más solidarios, más generosos, más benevolentes… porque quizás a Dios le tengamos que dar gracias por nuestra existencia, por las maravillas que nos regala continuamente, por  la suerte  que hemos tenido. Si existe, está ahí siempre esperando nuestra llamada, aunque en tu fuero interno dudes que se entretenga en pequeñeces. Pero es que Dios, el fruto más apetecible de nuestra mente, es una utopía. Maravillosa utopía con la que vive el humilde y al que buscamos, muchos, durante nuestra vida.

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 (1) Ricardo Timiraos Castro es maestro nacional jubilado y articulista habitual en diversos medios gallegos. Fue seminarista en Mondoñedo entre 1957-1963.

 

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