Ex seminaristas “madrimindonienses” confraternizan con su obispo

En los días de la Conferencia Plenaria del Episcopado, nuestro obispo, Monseñor Luis Ángel de las Heras, ha tenido al gesto pastoral y amistoso de reunirse en un almuerzo con parte del rebaño de ex seminaristas de Mondoñedo dispersos por Madrid, la que denominamos tribu de los “madrimindonienses”.

Delante de izquierda a derecha: Ramón Pérez Díaz, Don Luis Ángel de las Horas, Paco Cal Pardo. Detrás: Jenaro Pérez, José Ramón Franco Trashorras, Manuel Pedrosa, Ramón Barro, Manolo Villares y José Pernas
Delante de izquierda a derecha: Ramón Pérez Díaz, Don Luis Ángel de las Horas, Paco Cal Pardo. Detrás: Jenaro Pérez, José Ramón Franco Trashorras, Manuel Pedrosa, Ramón Barro, Manolo Villares y José Pernas

Don Luis Ángel nos regaló una hora impagable. Nunca antes habíamos tenido ocasión de confraternizar –esa es la palabra- con un obispo, y menos con el nuestro, y hablarle como a un amigo y escucharle como a un cercano pastor.

¿Y de que podríamos hablar sino de nuestra añorada diócesis y sus achaques? Don Luis Ángel reconoció que de nuestros 130 y pico curas, solo 40 bajaban de los 65 años. La gerontocracia clerical avanza de modo inevitable. No debe extrañarnos, por tanto, cuando regresamos a nuestra casa gallega y nos dicen que hay sacerdotes regentando una decena de parroquias. Don Luis Ángel dio muestras de conocer bien el paño y nos asegura que todo el episcopado –no sólo nuestra diócesis- está estudiante a fondo soluciones para hacer frente al descenso de vocaciones sacerdotales mediante otras formas de atender el servicio eclesial a los fieles. Nos lo dice con una expresión de convincente serenidad, confiado en que la Iglesia ha sabido hacer frente históricamente a los problemas de cada momento. Por otra parte, se siente orgulloso del clero que le toca dirigir y es consciente, sin descender a más detalles, de la vida heroica de muchos de ellos.

Quisimos saber cómo había vivido las primeras horas de su encuentro con el episcopado español. Respondió, como si tuviese a punto las palabras: “Fue una recepción calurosa, de verdaderos compañeros y hermanos”. Don Luis Ángel no dejó de valorar la cercanía con que se inició el trato personal con purpurados y miembros más veteranos de la Conferencia. Se diría que en la Conferencia solo son obispos, nada menos que obispos.

Hablamos, cómo no,   de la visita de los Reyes a la Conferencia Episcopal, en ocasión del cincuentenario de la institución. De las palabras del Rey, nuestro obispo se queda con una idea: “Eran palabras sentidas”. La verdad es que el monarca se mojó de lo lindo en su discurso, y quien tenga oídos para oír, oiga.

Como don Luis Ángel, hombre cumplidor,   tenía agenda apretada, rehusó demorarse en la copia final, ausencia que aprovechamos para convenir que tenemos un obispo de ánimo imbatible, concienzudo como buen castellano, tenaz como vocacional misionero y hecho ya un galleguiño más, pero que en vez de ponerse a llorar, nos anima a sonreír.

Ramón Barro

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