Mutitudinario Homenaje póstumo a Don Enrique Cal Pardo

Monseñor Cal Pardo muestra su última obra.

Centenares de personas asistieron a su funeral y entierro en la Catedral de Mondoñedo

Cal Pardo
Don Enrique Cal Pardo

Centenares de personas llegadas de diferentes puntos de España, casi la mitad del clero diocesano, autoridades de Mondoñedo, Lugo y Viveiro, representaciones académicas, investigadores históricos de toda Galicia se unieron esta tarde (viernes, 29 de abril) en la catedral de Mondoñedo para rendir homenaje a la egregia figura de Mons.  Enrique Cal Pardo, fallecido el jueves en el Hospital da Costa, de Burela.

La ceremonia religiosa estuvo presidida por el administrador apostólico, Antonio Rodríguez Basanta, máxima jerarquía de la diócesis,  sede vacante. Durante el oficio se leyeron los testimonios de pésame enviados por el cardenal Rouco Varela, del obispo de Lugo, don Alfonso Carrasco Rouco; obispo dimisionario de Mondoñedo-Ferrol, don José  Gea Escolano;  del obispo de Santander y anterior prelado de nuestra diócesis, don Manuel Sánchez Monge, y del obispo electo -será ordenado el próximo día 10 de mayo en la catedral mindoniense-  don  Luis Ángel de las Heras.

Encabezaban la representación familiar los hermanos del fallecido, Carmen y Francisco; hermanos políticos, Mercedes Yáñez (viuda de Vicente Cal Pardo), Carmen Fernández (viuda de Eusebio Cal Pardo) y Blanca García-Nobejas, esposa de Francisco Cal. Estaban presentes, entre otros familiares, su sobrina Mari Carmen con su esposo Toñito,  que cuidaron celosamente a Don Enrique en los  últimos años.

Los restos mortales del antiguo rector y deán catedralicio recibieron sepultura en un lugar del patio de la Catedral que el propio Don Enrique había elegido: un espacio situado justamente a los pies de la escalera por la que descendía a diario desde su despacho de bibliotecario de la institución.

Las numerosas manifestaciones de pésame habían comenzado en el día de ayer tanto en el hospital de Burela como en la capilla ardiente instalada en el Seminario. Mondoñedo -que le había concedido en noviembre pasado el título de Hijo Adoptivo- despidió a Don Enrique, vecino de la ciudad en los últimos sesenta años, con emocionado respeto, admiración y cariño.

 

Don Enrique había sido operado hace diez días de una fractura de cadera, de la que no logró recuperarse. La salud del ilustre canónico sufrió un serio deterioro hace poco más de un año como consecuencia de una cardiopatía que había mermado notablemente su actividad. Don Enrique vivía en la Residencia sacerdotal instalada en uno de los pabellones del Seminario mindoniense. Su último acto público fue el multitudinario homenaje que las instituciones cívicas y culturales de Mondoñedo le rindieron el siete de noviembre último, la víspera de su cumpleaños, en el marco de su entrañable Seminario

Biografía

Nació en la Parroquia de Santa María de Galdo (Viveiro), el día 8 de noviembre de 1922. Realizó sus estudios en el Seminario de Mondoñedo y en la Universidad Pontificia de Comillas en Santander. En el año 1946 obtuvo la Licenciatura  en Teología y, en 1969, el Doctorado por la misma Universidad,  con sede en Madrid.

Don Enrique, junto al rector y la alcaldesa, ojea una edición especial de su última obra, obsequio de los asistentes al homenaje.
Don Enrique, junto al rector y la alcaldesa, ojea una edición especial de su última obra, obsequio de los asistentes al homenaje.

Profesor y Rector

En el Seminario Conciliar Santa Catalina de Mondoñedo es nombrado Formador y luego Rector, a la vez que ejercía como Profesor de Teología Dogmática  entre los años 1946 y 1967 con probada competencia.

En 1967, siendo obispo de la Diócesis Don Jacinto Argaya, el Teologado de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol pasa a Salamanca donde los alumnos cursan sus estudios en la Universidad Pontificia. Don Enrique ejerce su docencia en el Instituto Teológico Compostelano hasta el año 1992.

Archivero y Deán de la Catedral         

Además de estos servicios a la Diócesis, hay que destacar los nombramientos de Canónigo-Archivero de la Catedral (1953),  Pro-Canciller del Obispado en 1958, Examinador Sinodal y Censor de Oficio en 1960, Deán y Archivero de la misma Catedral desde 1979 hasta la actualidad, incluyendo el oficio de Bibliotecario desde el año 2003.

Investigador histórico        

Entre sus numerosos trabajos de investigación, particularmente en la Revista Estudios Mindonienses, merecen ser destacados los siguientes:

–  Transcripción de los Sínodos anteriores al Concilio de Trento, en Synodicon Hispanum I. Galicia(Salamanca, 1981).

–  El Monasterio de la Isla de la Coelleira (Madrid, 1983).

–  El Monasterio de San Salvador de Pedroso en tierras de Trasancos (A Coruña, 1984).

–  Catálogo de los documentos medievales, escritos en pergamino, del Archivo de la Catedral de Mondoñedo (Lugo, 1990).

–  Mondoñedo – Catedral, Ciudad, Obispado – en el siglo XVI. Catálogo de los documentos del Archivo(Lugo, 1992).

–  La Música en la Catedral de Mondoñedo (Lugo, 1996).

–  Colección Diplomática Medieval del Archivo de la Catedral de Mondoñedo. Transcripción íntegra de los documentos (Santiago de Compostela, 1999).

–  Episcopologio Mindoniense (Salamanca, 2003).

En el año 1997, el Gobierno Autonómico de la Xunta de Galicia le concede la Medalla de Galicia.

 


Homilía del Administrador Diocesano

El administrador diocesano, don Antonio Rodríguez Basanta, dirigió a los asistentes al funeral por don Enrique Cal Pardo una honda y sentida homilía que recogemos íntegramente:

Saludo a la familia de Don Enrique (a sus hermanos y sobrinos), a quienes acompañamos en este momento; al Sr. Presidente y a los miembros del Cabildo de la Catedral, a los sacerdotes concelebrantes (especialmente a los residentes en el Seminario), a los consagrados y a todos vosotros,  fieles laicos: naturales y vecinos de Galdo, de Viveiro y su comarca y exalumnos del Seminario. También a la Sra. Alcaldesa de Mondoñedo y a los miembros de la Corporación municipal, a las autoridades que nos acompañan, a los representantes del mundo de la cultura y de los medios aquí presentes.

Celebramos el funeral de Don Enrique Cal Pardo y con este acto podemos decir que pasamos una página de la historia de nuestra diócesis de Mondoñedo-Ferrol, de la ciudad de Mondoñedo y de Galicia. Sin menoscabo de esta gran personalidad reconocida, lo que también habría que destacar y que quizás pasa muchas veces desapercibido, es que Don Enrique fue ante todo un gran sacerdote, respetado y respetable. Su humildad y sencillez, su capacidad de trabajo, de servicio y de entrega, muchas veces oculta, hicieron que don Enrique fuese querido y admirado por todos.

El testimonio de un sacerdote, exalumno de Don Enrique en el Seminario, lo describía así, destacando sus valores como rector y profesor: “su austeridad y elegancia calaba en aquellos jóvenes, casi niños, que percibíamos en él la impronta de su formación jesuítica y comillesa. La presidencia de la Eucaristía dominical en la capilla mayor con su predicación fluida y devota, etc…”. Añadiendo que como profesor de teología dogmática, “desde el mismo año de su ordenación sacerdotal, se dedicó a esta enseñanza con unas exposiciones sólidas y poco dadas a florituras que se centraban en lo nuclear del conocimiento del misterio de Dios”.

Es de todos conocida su faceta de investigador e historiador a través de sus numerosas publicaciones ¡Cuántas horas de trabajo dedicadas en el archivo de esta Catedral de Mondoñedo para rescatar la memoria histórica de nuestra Iglesia diocesana, en ese diálogo no siempre fácil ni fluido entre fe y cultura!

Do noso irmán sacerdote Enrique e de tantos sacerdotes, consagrados e segrares, podemos dicir o que acabamos de escoitar da carta de San Paulo ós Romanos: o noso irmán non viviu para si mesmo, senón que viviu, desde o seu sacerdocio – e foron setenta anos de ministerio -, para o Señor. E non só na súa existencia viviu para o Señor, tamén neste preciso momento no que celebramos a súa morte, “é para sempre do Señor, porque para isto morreu e resucitou Cristo”.

Ademais, como nos di o evanxeo, o noso irmán sacerdote Enrique soubo, desde sempre, que Xesucristo é “o camiño, a verdade e a vida”. No momento en que “dará conta a Deus de si mesmo”, sabemos – e el tamén o sabía – que Xesucristo, o Bo Pastor, lle tiña xa preparado “un sitio na casa do Pai”.

Que o Señor, na súa infinita misericordia, o acolla no seu reino e lle conceda o descanso merecido, a el que tratou de ser durante a súa vida ese “servo fiel e prudente” que pondera o evanxeo. Descanse en paz.


 Misa por don Enrique en Madrid

En la Iglesia de María Inmaculada y Santa Vienta María, de Madrid, se celebró el pasado 10 de octubre una misa en memoria de nuestro antiguo rector y profesor don Enrique Cal Pardo.  Presidió la ceremonia el sacerdote mindoniense residente en la capital Ramón Pérez  Díaz, antiguo alumno y amigo personal de don Enrique, acompañado en el presbiterio por don Andrés Ramos, también gallego y actualmente director de Pastoral de la Universidad San Pablo CEU, junto al coadjutor de la parroquia don Alexander Arias.

Asistieron al oficio religioso diversas en gallego y actualmente director de Pastoral de la Universidad San Pablo CEU, junto al coadjutor de la parroquia don Alexander Arias.

Entre las personalidades asistentes al acto se encontraban el presidente del Consejo de Estado, don José Manuel Romay Beccaría, natural de Betanzos; el ex presidentes el Congreso, don Jesús Posada, presidentes de las asociaciones gallegas en Madrid, antiguos seminaristas mindonienses y numerosos allegados a Francisco Cal Pardo , hermano de don Enrique.

El padre Pérez Díaz se refirió –más allá de los méritos intelectuales profusamente resaltados en los medios gallegos- a la hondura sacerdotal de Mons. Cal Pardo, un hombre fiel a la doctrina, entregado a la misión encomendada, infatigable trabajador en el cumplimiento de su misión, disciplinado y bondadoso.

OBITUARIOS

Don Enrique e os seus talentos 

Por Uxío García Amor

Cando vai xa camiño dos seus 94 anos, Don Enrique Cal Pardo pode presentarse como aquel servidor da parábola evanxélica (Mt. 25, 21), a quen o amo lle entregou cinco talentos e que lle devolve outros cinco máis.

Así é a historia dos moitos anos e dos moitos servizos que leva consigo de forma humilde e desinteresada este gran traballador que pasou a súa vida entre os libros da Catedral de Mondoñedo e os propósitos de ir arriquecendo a nosa historia diocesana.

Tanto esforzo e altruismo xa lle está sendo recoñecido a través das homenaxes e testemuños que figuran na súa biografía dos derradeiros anos.

Pero sempre quedará aínda moito máis que recoñecerlle e agradecerlle, sobre todo por parte dos que o acompañamos tantos anos, e aproveitamos tantas informacións e delicadezas como nos ten regalado.

Diante del volveremos a evocar agora aquela “parábola dos talentos”, cando o Señor lle entrega o seu premio: “Servidor fiel e prudente, ven compartir a alegría do teu señor”.


Don Enrique, fuente, rosa y estrella

Por Ricardo Timiraos Castro

Homenaje a Don Enrique CalNacemos de la tierra como las fuentes, las plantas y la vida en general. Y caminamos en el río como la hojarasca. En su discurrir el agua de nuestras vidas va encontrando la niebla, esa razón limitada nuestra que cura de soberbias y vanidades y nos recuerda nuestra incapacidad para comprender los misterios de Dios, la luz, la palabra…Caminamos en penumbra sin poder evitar las piedras, zarzas, los palos…pero también disfrutando de las flores, estrellas y las artes. Y, mientras que las unas las perfuman con su fragancia, las otras iluminan el cauce, las terceras sirven a los hombres para expresar sus potencialidades creando belleza.

Y D. Enrique Cal Pardo, sacerdote sencillo, sincero, humilde… cultísimo, sabio, investigador y acreedor de muchísimas distinciones, que de poco valen resaltar tras su óbito, era para nosotros- y uso el plural consciente de representar a más de uno- esa rosa que con su perfume impregnaba nuestras vidas del aroma de la paz y sabiduría que tanto recuerdan el “ Beatus Ille “.

Cáliz de esencia suave …

La discreción, la tolerancia, la palabra justa, el consejo sugerido, el trabajo constante, amén de su propia producción-miles de libros hacen referencia a sus esfuerzos como respetadísimo investigador medievalista- el escaso apego a las consideraciones mundanas…fraguaron esa su personalidad, de ingente capacidad intelectual, para convertirla en ese capullo, con pétalos de adoración a Dios, en ese cáliz de esencia suave, tierna y amorosa. Esa    flor nacida en Galdo, xardín do Val de Viveiro que decía el poeta, y patria mía por amor. Niño tiernamente trasplantado a su queridísimo Mondoñedo -hoy Hijo adoptivo de la Ciudad (mi reconocimiento y gratitud a las autoridades)- D, Enrique no sólo trabajó infatigablemente setenta años para revivir la cultura del archivo catedralicio, sino que también cumplió acertadísimamente su labor de apostolado desde su amor a la Virgen. Allí, entregado a su gente y queriéndose mutuamente, bebió del archivo catedralicio para mostrar al mundo los desvelos de tantos y tantos historiadores y, merced a su trabajo, ser faro de nuestra Historia sin olvidar otra actividades como beber de las mismas fuentes literarias y vitales de su amigo el gran Cunqueiro o mi admirado Leiras.

… y estrella

Y en ese caminar de la hojarasca sumergida en las tinieblas y que, como diría el recientemente fallecido poeta Carlos Oroza, busca la luz –añado yo mediante nuestras potencialidades-; en ese cosmos que nos recuerda nuestros límites y nos habla, aunque no queramos escucharlo, de nuestra insignificancia; en esos copos de algodón en los que vivimos, en ese suelo, al que algunos llaman valle de lágrimas y para otros es cortijo de placeres, es preciso un faro, una estrella que alumbre nuestro vivir y encamine nuestras inquietudes por los senderos limpios de la mejora de la especie humana por la vía de la cultura y de la paz. Y es aquí donde emerge en nuestra vida la figura de D. Enrique, padre, rosa y luz.

Es ahí donde el faro alumbra el curso de las hojas   y nos conciencia de que cuando la rosa se marchita, fruto de nuestra caducidad, es preciso encontrar el relevo; la persona generosa capaz de entregarse al servicio de los demás con ese altruismo tan exquisito que poseía D. Enrique. Es necesario que alguien siga alumbrando vuestras vidas con ese fulgor que emanaba de su fina y sensible personalidad. Ardua tarea.

Fuente limpia de la verdad

Hoy, en el paraíso de la superficialidad y la estulticia, la soberbia y la vanidad, la vagancia y la pedantería, en esta tierra de golfos y parados, de jubilados y emigrantes… y en esta sociedad absurda y vacía que nos toca vivir, sufrimos la pérdida de la rosa marchita, la fuente limpia de la verdad y la falta de luz del rosetón catedralicio,

Quiero esperar que ese Dios, al que con tanto ahínco buscó para mostrarnos a lo largo de su vida, le permita entrar en la Catedral del cielo, en la compañía de san

Cabot, para seguir aprendiendo a comer ese rico pan de Mondoñedo, en forma de lecciones, y beber en esas fuentes de agua cristalina con que nos calmó la sed de paz y amor.

Nuestros corazones, de Maika y mío,    quedaron huérfanos. seguir aprendiendo de sus ejemplos y lecciones. Descanse en paz.

 

In memoriam

                                                         Orden y respeto

                                                                                                                           Por Ramón Pérez Díaz

Para evocar a don Enrique, los seminaristas y sacerdotes de mi generación solíamos repetir: “Serva ordinem et ordo servabit te”. Yo recuerdo habérserla oído como lema que nos propuso  al comienzo del curso cuando era él profesor del Seminario. No creo habérsela escuchado más  que en esta ocasión. Sin embargo, todos estábamos convencidos de que era lo mejor que podía identificarle.

Don Enrique guardó el orden a través del respeto y la disciplina, que le hizo plegarse a la voluntad de Dios con unos conocimientos y sentimientos teológicos sin buscar novedades ni aportaciones deslumbrantes, sino doctrina seria y fundamentada.

Orden y respeto a la voluntad de sus superiores a los que sirvió sencillamente en los puestos y tareas que le fueron encomendados.

Orden comprometido con los muchos amigos que se granjeó a lo largo de su vida y con los que cumplió escrupulosamente.

La actitud mantenida a lo largo de su vida dejó en muchos de nosotros la seguridad de que el árbol de buena raíz y tierra regada y abonada da siempre frutos.

Gracias, don Enrique. Que Dios le premie sus lecciones expuestas y publicadas y le recompense los muchos sacrificios impuestos para serviré ordenadamente.

 

Obituario ABC en honor de Don Enrique Cal Pardo
Obituario ABC en honor de Don Enrique Cal Pardo

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